Los Capuchinos

Los Capuchinos desde los orígenes de la reforma escogieron el mismo estilo de vida evangélica que el seráfico padre San Francisco de Asís, privilegiando la vida contemplativa. Los primeros frailes se autodefinieron como “los Hermanos Menores de la vida eremítica”, su estilo de vida iniciado en Albacina, un lugar apartado, montañoso, ubicado en el Ducado de Camerino.

Las Constituciones de Santa Eufemia del 1536, logran una equilibrada armonía entre oración contemplativa y acción apostólica.

Al principio los hermanos Ludovico y Rafael Tenaglia de Fosombrone piden al Papa Clemente VII que su documento sea preferiblemente de modo irrefutable de vida eremítica-contemplativa. Su deseo es conducirse por una vida solitaria alejada de frecuentes visitas de las personas.

Piden en su documento que puedan llevar:
Un hábito pobre de eremitas con capucho cuadrado al estilo de los mendicantes.

Dejándose crecer la barba (llevar barba larga) entre los clérigos como en los laicos.
Aceptar por concepción de padrinos, algún lugar solitario entre las montañas donde puedan vivir como peregrinos y forasteros para dedicarse a la oración.

Todo el texto del primer estatuto (constituciones religiones Zeus) sabe exclusivamente al estilo eremítico-contemplativo.

Comenzando por la finalidad de la vida hasta lo especifico de:
la barba larga .
la inserción en el bosque, entre las montañas.

El primer estatuto de 1529, es de corte netamente contemplativo que exige tres tiempos de oración mental diaria:
después de la completas.
después de las laúdes en la mañana.
oración mental después de tercia para garantizar la atmósfera contemplativa.

Los padres de la reforma quieren que se mantengan en oración mental durante toda la vida y precisan en las constituciones que no se trata de oración pública y con sonido de campanas, sino más bien secreta…

En las constituciones de1536 se precisa: “Los hermanos tengan siempre delante de los ojos de la mente la doctrina de la vida de nuestro salvador Jesucristo y lleven en lo profundo de su corazón el Santo Evangelio”. (cf. Const. 1536 No. 152).

Específicamente se pide a los hermanos que mediten sobre la doctrina y la vida de nuestro salvador. Esfuércense los frailes en hablar de Dios.

Esto ayuda mucho a inflamar sus corazones de su amor. Cf. No. 3.

Meditar y hablar de Dios para inflamar el corazón del amor de Dios, es el mismo significado….

Octaviano Smuki nos dice que la meditación franciscana que aparece en nuestras constituciones capuchinas la encontramos en el pensamiento de San Francisco: “nuestro padre todo divino contemplaba a Dios en toda criatura”. No. 7 (Cf. 1Cel 80).

El franciscano-capuchino, no es un monje, es un hombre contemplativo de Dios, pero es al mismo tiempo itinerante: que mira, ama, adora y alaba a Dios en toda la creación.

Todo esto lo puede hacer sin afectar el fin principal, que es la unión con Dios, al cual deben dirigirse todos sus intentos y deseos, para poder transformarse en él.

El número 63 de las constituciones de 1536 o de Santa Eufemia, Roma, nos dice al respecto: “puesto que nuestro último fin es Dios, al cual cada uno debe orientarse con ardor para transformarse en él, exhortamos a todos los hermanos a dirigir a él todos sus pensamientos, a devolver todos nuestros intentos y deseos con todo posible compromiso de amor, para que podamos unirnos a nuestro óptimo Padre con todo el corazón, mente y alma, con nuestras fuerzas y virtudes” (Cf. Lc 10, 25-28; Mc 12, 28-34; Dt 6, 5…).

Por consiguiente, es indiscutible que el carisma capuchino desde sus orígenes nació evidentemente cristocéntrico, lo cual constituye el fundamento de todo nuestro accionar en el mundo.

Carisma

El carisma capuchino es común con toda la familia franciscana, especialmente con la primera Orden: Menores y Conventuales. El carisma es el mismo del seráfico Padre San Francisco, que consiste en el seguimiento de “Cristo pobre y crucificado”. Este carisma es el que imprime la identidad de nuestro ser consagrado como franciscanos capuchinos. Seguimiento de Cristo que se concretizó en Francisco en las dimensiones vertical y horizontal, interior y exterior con el encuentro con Cristo crucificado, el leproso y el llamado del Evangelio: “Vende todo lo que tiene, dáselo a los pobres y sígueme”; “la mies es mucha y los obreros son pocos…”

Desde este carisma brota una espiritualidad evangélicamente cristocéntrica, fraternasolidaria y misionera, con opciones claras para la vida que le sugiere la pobreza-minoridad, la simplicidad, la cercanía al pobre en las personas físicas de los leprosos y demás pobres, el principio del “no poder”, la opción del compromiso por la paz y la ecología, por la fraternidad universal…

El carisma franciscano, es dado a Francisco de modo particular por el Espíritu Santo, autor y distribuidor, de los carismas en la Iglesia.

Simplicidad, minoridad, cercanía al pueblo, vida de penitencia, espíritu fraterno, contemplación, formación académica, entre otros, son signos visibles del estilo de vida del Capuchino contemporáneo.

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