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    Los Capuchinos somos la rama más joven de los franciscanos, remontándonos a 1525…

Así dice el Señor…


Alégrate, llena de gracia


San Lorenzo de Brindis



BENEDICTO XVI

Catequesis sobre San Lorenzo de Brindis
Aula Pablo VI – Miércoles, 23 marzo 2011


Una especial alegría que compartimos: catequesis del Papa sobre san Lorenzo de Brindis

Hoy, miércoles 23 de marzo, en la primera catequesis que da el Papa después de sus Ejercicios Espirituales hechos en la primera semana de Cuaresma, ha hablado del Doctor de la Iglesia San Lorenzo de Brindis. Un gozo par-ticular para nosotros, capuchinos. Leámosle y asimilemos lo que nos dice.
Ya había anunciado, al final de los Ejercicios, que se-guiría hablando de los doctores de la Iglesia

Noticia introductoria

El Papa acaba de hacer sus Ejercicios espirituales, entre otras cosas como preparación para la Beatificación de su antecesor Juan Pablo II (1 mayo próximo). Así los ha enfocado el carmelita, profesor del Theresianum, P. Fran-cois-Marie Léthel.
En verdad que ha sido una forma original de enfocar los Ejercicios, que esperamos ver un día publicados. El tema escogido suena así: “La luz de Cristo en el corazón de la Iglesia – Juan Pablo II y la teología de los santos”.

“Después de que el Papa me pidió predicar estos ejercicios espirituales, me recogí en oración y me resultó clara la orienta-ción que debía dar a las meditaciones: una preparación espiritual a la beatificación de Juan Pablo II, que tendrá lugar el 1 de mayo, domingo de la Octava de Pascua, fiesta de la Divina Misericordia, inicio del mes mariano y también fiesta de san José obrero", revela el predicador.

"Estoy convencido de que es un acontecimiento de un alcance inmenso para la Iglesia y para el mundo, que exige una profunda preparación espiritual por parte de todo el pueblo de Dios, y de manera ejemplar por parte del Santo Padre y de sus colaboradores más cercanos", explica en una entrevista concedida a la edición italiana de "L'Osservatore Romano" del 17 de marzo.

"La beatificación de Juan Pablo II es como la coronación de su extraordinario pontificado precisamente bajo el signo de la santidad. Para desarrollar el tema, he escogido un icono de la co-munión de los santos: un cuadro del beato fray Angélico, que re-presenta a los santos y los ángeles en el cielo, que se dan la mano, y forman una especie de corro. Los santos se dan y nos dan la mano para guiarnos por el camino de la santidad".

"Este es el sentido de la conversión cuaresmal: comprometer-nos cada vez más entrando también nosotros en este 'corro de los santos'. El corro, guiado por el papa Karol Wojtyla, que da la ma-no a los dos santos que están más cerca de él: san Luis María Grignon de Monfort, que inspiró su 'Totus tuus', y santa Teresa de Lisieux, la única santa proclamada doctor de la Iglesia durante su pontificado".

Al recoger la herencia espiritual de Juan Pablo II, el padre Léthel considera que "está totalmente concentrada en su grandio-sa espiritualidad cristocéntrica y mariana".

Al final de los Ejercicios el Papa tuvo una alocuión en la capilla Redemptoris Mater a todos los aprticipantes. Y, entre otras cosas, dijo sobre el tema y estilo de esos Ejercicios.

“Gracias a usted, Padre Léthel, por su guía segura, por la riqueza espiritual que nos ha dado. Los Santos: usted nos los ha mostrado como “estrellas” en el firmamento de la historia y, con su entusiasmo y su alegría, usted nos ha metido en el círculo de estos santos y nos ha mostrado que los Santos “pequeños” son los Santos “grandes”. Nos ha mostrado que la scientia fidei y la scientia amoris van jun-tas y se complementan, que la razón grande y el gran amor van juntos, incluso que el gran amor ve más que la razón sola”.

Y escribió una carta al mismo padre guía de estas meditaciones:
“Con este planteamiento, usted se ha ajustado muy bien al programa de catequesis desarrollado por mí estos años durante las Audiencias Generales, con el propósito de conocer mejor y amar a la Iglesia, así como esta se muestra en la vida, en las obras y en las enseñanzas de los Santos: a partir de los Apóstoles y a través del gran grupo formado por los Padres y por los otros escritores antiguos, por los teólogos y por los místicos de la edad medieval, especial-mente el nutrido grupo de mujeres, hasta llegar a la serie de Doctores de la Iglesia, que estoy a punto de terminar. Esta línea de reflexión y de contemplación sobre el misterio de Cristo reflejado, por decir de alguna manera, en la existencia de sus más fieles imitadores, constituye un elemento fundamental que heredé del Papa Juan Pablo II y que he continuado con plena convicción y con gran alegr-ía”.

El P. Léthel es un especialista en la Teología de los Santos.



Referencias para mejor entender la catequesis del Papa sobre san Lorenzo


Lo que dice el Papa a toda la Iglesia sobre nuestros hermano san Lorenzo de Brindis es algo que los capuchi-nos lo aprendimos ya en nuestros años de estudio, pero es muy hermoso recordarlo y volverlo a escuchar con palabras de tal autoridad.

1. Hemos de saber que el Papa visitó Brindis (15 junio 2008). Hablando en la catedral dijo recordando a los san-tos de Brindis: “Entre los santos evangelizadores, pienso en san Leucio, obispo, san Oroncio, san Teodoro de Ama-sea y san Lorenzo de Brindisi, proclamado doctor de la Iglesia por el Papa Juan XXIII. La presencia de estos san-tos sigue viva en el corazón de la gente y la testimonian muchos monumentos de la ciudad”.

2. Este discurso o catequesis, aparte de transmitir el contenido de la vida y mensaje del santo doctor, está di-namizado por dos mensajes, que son urgencias primarias en el hoy de la Iglesia:
-La nueva evangelización, que nos involucra a to-dos;
-Y el nuevo amor a la Palabra de Dios escrita y la familiaridad que debemos establecer con ella.
Y está presidido por una preocupación mayor:
- nuestra unión a Cristo, que se debe fomentar con el ejercicio asiduo de la oración.

3. Los temas diversos los destacamos al editar lo que es una alocución continua, haciendo entrantes y divisiones en el texto, para que así desmenuzado, lo podamos asimilar mejor.

* * *


Queridos hermanos y hermanas,

VIDA DE SAN LORENZO DE BRINDIS

Recuerdo aún con alegría la acogida festiva que se me reservó en 2008 en Brindisi, la ciudad que en 1559 vio nacer a un insigne doctor de la Iglesia, san Lorenzo de Brindisi, nombre que Giulio Cesare Rossi asumió al entrar en la Orden de los Capuchinos.

Desde la infancia fue atraído por la familia de san Francisco de Asís. De hecho, huérfano de padre a los siete años, fue confiado por la madre a los cuidados de los frai-les Conventuales de su ciudad.

Algunos años después, sin embargo, se trasladó con su madre a Venecia, y precisamente en el Véneto conoció a los Capuchinos, que en aquella época se habían puesto generosamente al servicio de toda la Iglesia, para incre-mentar la gran reforma espiritual promovida por el Conci-lio de Trento. En 1575 Lorenzo, con la profesión religiosa, se convirtió en fraile capuchino, y en 1582 fue ordenado sacerdote. Ya durante los estudios eclesiásticos mostró las eminentes cualidades intelectuales de las que había sido dotado. Aprendió fácilmente las lenguas antiguas, entre ellas el griego, el hebreo y el sirio, y las modernas como el francés y el alemán, que se unían al conocimiento de la lengua italiana y al de la latina, que en esa época se habla-ba con fluidez entre los eclesiásticos y los hombres de cultura.


RASGOS DE SU PERSONA Y ESPIRITUALIDAD


El hombre culto e intelectual al servicio de la fe

Gracias al dominio de muchos idiomas, Lorenzo pudo llevar a cabo un intenso apostolado hacia diversas catego-rías de personas. Predicador eficaz, conocía de modo pro-fundo no sólo la Biblia, sino también la literatura rabínica, que los propios Rabinos se quedaban asombrados y admi-rados, manifestándole estima y respeto.
Teólogo versado en la Sagrada Escritura y en los Pa-dres de la Iglesia, era capaz de ilustrar de modo ejemplar la doctrina católica también a los cristianos que, sobre todo en Alemania, se habían adherido a la Reforma. Con su exposición clara y tranquila, mostraba el fundamento bíblico y patrístico de todos los artículos de fe puestos en discusión por Martín Lutero.
Entre estos,
-la primacía de san Pedro y de sus sucesores,
-el origen divino del Episcopado,
-la justificación como transformación interior del hombre,
-la necesidad de las obras buenas para la salva-ción.

El éxito que gozó Lorenzo nos ayuda a comprender que también hoy, llevando hacia adelante el diálogo ecuménico con tanta esperanza y la confrontación con las Sagradas Escrituras, leídas según la Tradición de la Iglesia, constituyen un elemento irrenunciable y de fundamental importancia, como he querido recordar en la Exhortación Apostólica Verbum Domini (n.46).

San Lorenzo y los fieles sencillos

También los fieles más sencillos, no dotados de gran cultura, se beneficiaron de las palabras convincentes de Lorenzo, que se dirigía a la gente humilde para exhortar a todos a la coherencia de la propia vida con la fe profesada. Esto fue un gran mérito de los Capuchinos y de otras órdenes religiosas, que en los siglos XVI y XVII, contri-buyeron a la renovación de la vida cristiana penetrando en profundidad en la sociedad con su testimonio de vida y sus enseñanzas.

También hoy, la nueva evangelización necesita apóstoles bien preparados, con celo y valientes, para que la luz y la belleza del Evangelio prevalezcan sobre las tendencias culturales del relativismo ético y de la indi-ferencia religiosa, y transformen los distintos modos de pensar y de actuar en un auténtico humanismo cristiano.


Es sorprendente que san Lorenzo de Brindisi pudiera desarrollar ininterrumpidamente esta actividad de aprecia-do e infatigable predicador en muchas ciudades de Italia y en distintos países, no obstante realizara encargos impor-tantes y de gran responsabilidad. Dentro de la Orden de los Capuchinos, de hecho, fue profesor de teología, maes-tro de novicios, muchas veces ministro provincial y conse-jero general y, finalmente ministro general del 1602 al 1605.

Vida espiritual: la santa Misa

En medio de tantos trabajos, Lorenzo cultivó una vida espiritual de fervor excepcional, dedicando mucho tiempo a la oración y de modo especial a la celebración de la Santa Misa, que a menudo conllevaba horas, entendiendo y conmoviéndose con el memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.
En la escuela de los santos, todo presbítero, como a menudo se ha subrayado durante el reciente Año Sacerdo-tal, puede evitar el peligro del activismo, de actuar, es decir, olvidando las motivaciones profundas del ministe-rio, solamente si cuida su propia vida interior. Hablando a los sacerdotes y a los seminaristas en la catedral de Brin-disi, ciudad natal de san Lorenzo, he recordado que

“el momento de la oración es el más importante en la vida del sacerdote, es en el que actúa con más eficacia la gracia divina, fecundando su ministerio.
• Rezar es el primer servicio que hay que ofrecer a la comunidad.
• Y por esto, los momentos de oración deben te-ner en nuestra vida una verdadera prioridad..
• Si no estamos interiormente en comunión con Dios, no podemos dar nada a los demás. Por esto Dios es la primera prioridad.
• Debemos reservar siempre el tiempo necesario para estar en comunión de oración con nuestro Señor”.
Por lo demás, con el ardor inconfundible de su estilo, Lo-renzo exhorta a todos, no sólo a los sacerdotes, a cultivar la vida de oración porque por medio de esta nosotros hablamos a Dios y Dios nos habla a nosotros:

“¡Oh, si tuviésemos en cuenta esta realidad! -exclama- Es decir que Dios está de verdad presente ante nosotros cuando le hablamos rezando; que escucha verdaderamente nuestra oración, aunque si solo rezamos con el corazón y con la mente. Y no sólo está presente y nos escucha, sino que puede y desea contes-tar voluntariamente y con máximo placer nuestras preguntas”.

Al servicio de la paz

Otro detalle que caracteriza la obra de este hijo de San Francisco es su actuación por la paz. Sea los Sumos Pontí-fices que los príncipes católicos le confiaron repetidamente importantes misiones diplomáticas para dirimir contro-versias y favorecer la concordia entre los Estados Europe-os, amenazados en aquel tiempo por el Imperio otomano. La autoridad moral que tenía lo hacía ser considerado con-sejero solicitado y escuchado.

Hoy, como en los tiempos de San Lorenzo, el mundo tiene necesidad de hombres y mujeres pacíficos y pacifi-cadores. Todos los que creen en Dios deben ser siempre fuentes y constructores de paz.

Fue en ocasión de una de estas misiones diplomáticas cuando Lorenzo terminó su vida terrena, en 1619 en Lis-boa, donde había ido a encontrarse con el rey de España, Felipe III, para defender la causa de sus súbditos napolita-nos acosados por las autoridades locales.

Doctor Apostolicus –Mariale

Fue canonizado en 1881 y, con motivo de su vigorosa e intensa actividad, de su amplia y armoniosa ciencia, me-reció el título de Doctor apostolicus, “Doctor apostólico”, de parte del Beato Papa Juan XXIII en 1959, con ocasión del cuarto centenario de su nacimiento. Tal reconocimiento fue concedido a Lorenzo de Brindisi, también, porque fue autor de numerosas obras de exégesis bíblica, de teología y de escritos destinados a la predicación. En estos ofrece una exposición sistemática de la historia de la salvación, centrada en el misterio de la Encarnación, la más grande manifestación del amor divino por los hombres.


Además, siendo un mariólogo de gran valor, autor de un compendio de sermones sobre Nuestra Señora llamado “Mariale”, pone en evidencia el papel único de la Virgen María, de la que afirma con claridad la Inmaculada Con-cepción y la cooperación en la obra de redención cumpli-da en Cristo.


La acción del Espíritu Santo en nosotros

Con fina sensibilidad teológica, Lorenzo de Brindisi también puso de relieve la acción del Espíritu Santo en la existencia del creyente, Nos recuerda que con sus dones, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, ilumina y ayuda en nuestro compromiso de vivir con alegría el mensaje del Evangelio.
“El Espíritu Santo -escribe San Lorenzo- vuelve dulce el yugo de la ley divina y ligero su peso, de ma-nera que sigamos los mandamientos de Dios con gran facilidad, incluso con complacencia”.

La Sagrada Escritura y el momento actual

Toda su actividad inspirada por la Sagrada Escritura
Quisiera completar esta breve presentación de la vida y de la doctrina de San Lorenzo de Brindisi, destacando que toda su actividad fue inspirada por un gran amor a las Sa-gradas Escrituras, que sabía ampliamente de memoria, y por la convicción de que la escucha y la acogida de la Pa-labra de Dios produce una transformación interior que nos conduce a la santidad.

“La Palabra del Señor -afirmó- es luz del inte-lecto y fuego para la voluntad, para que el hombre pueda conocer y amar a Dios. Para el hombre inter-ior, que por medio de la gracia vive del Espíritu Santo, es pan y agua, pero pan dulce como la miel y agua mejor que el vino y la leche... Es un martillo contra un corazón duramente obstinado en los vi-cios. Es una espada contra la carne, el mundo y el demonio, para destruir todo pecado”.

Lo que nos enseña a nosotros
sobre la Sagrada Escritura

San Lorenzo de Brindisi nos enseña
-a amar las Sagradas Escrituras,
-a crecer en la familiaridad con ella,
-a cultivar cotidianamente la relación de amistad con el Señor en la oración,
-para que todas nuestras acciones, toda nuestra actividad tenga en Él su co-mienzo y su cumplimento.

Esta es la fuente a la que acudir para que nuestro testimo-nio cristiano sea luminoso y sea capaz de conducir a los hombres de nuestro tiempo hasta Dios.


Puebla, 23 marzo 2011

Fr. Rufino María Grández

Vocación a la santidad en silencio obediencia y virginidad.


San José.

Vocación a la Santidad en silencio y obediencia

Hoy queremos presentar de manera muy sencilla la vida y vocación de San José, esposo de la Virgen María y Padre adoptivo de Jesús. Esperamos que estas líneas den luz a tu vida y a tu corazón para que optes por el Evangelio y así hagas de tu vida una ofrenda agradable a Dios como lo hizo San José.

Nuestro Señor fue llamado "hijo de José" (Juan 1:45; 6:42; Lucas 4:22) el carpintero (Mateo 12:55).

Las principales fuentes de información sobre la vida de San José son los primeros capítulos del evangelio de Mateo y de Lucas. Son al mismo tiempo las únicas fuentes seguras por ser parte de la Revelación.

San Mateo (1:16) llama a San José el hijo de Jacob; según San Lucas (3:23), su padre era Heli. Probablemente nació en Belén, la ciudad de David del que era descendiente. Pero al comienzo de la historia de los Evangelios (poco antes de la Anunciación), San José vivía en Nazaret.

Según San Mateo 13:55 y Marcos 6:3, San José era un "tekton". La palabra significa en particular que era carpintero.

San José es llamado el "Santo del silencio"

Hoy presentamos la figura hasta cierto punto “enigmática” de San José, esposo de la Virgen María y Padre Putativo de Jesús. El Evangelio es sumamente discreto en presentarnos o hablarnos sobre José, el Carpintero. Esto es obvio. Se entiende desde el punto de vista de que Él no es la figura central del Evangelio. La figura o mejor dicho la Persona central y principal del Evangelio es sin duda Jesús, por ello se entiende que además de que José no es el Padre biológico de Jesús, tampoco es Dios para aparecer en primer plano de las páginas del Segundo Testamento. Por eso, a simple vista y echando una hojeada a las páginas del Nuevo testamento, vamos a corroborar que los personajes principales sin lugar a dudas son Dios en todas sus manifestaciones: Padre, Creador, Eterno, Amoroso, Misericordioso, etcétera, etcétera; y es Jesús la Palabra eterna del Padre, el Salvador, el Unigénito, el Primogénito, el que hace la Voluntad del Padre. El Espíritu Santo, Amor entre el Padre y el Hijo, el Santificador, el Fortalecedor. Esto nos explica por qué José simple y sencillamente cuida, ama, educa y hace las veces de “Padre” de Jesús en la tierra de manera sencilla y silenciosa.

El Santo del silencio porque no conocemos prácticamente palabras concretas de José. Tal vez sepamos lo que pensaba, pero no tenemos las normas, las reglas de conducta con las cuales educó a Jesús. No José tomó muy enserio su papel de vivir una vida callada y silenciosa. No puede presumir ante Dios de ser un hombre elocuente, sabio, un gran intelectual, sino de ser un humilde y pobre carpintero. Desde la contemplación José sabía que era necesario que Jesús fuera creciendo con el ejemplo de la obediencia y José estaba obedeciendo al Padre. Esto ero lo importante para José. Hacer la voluntad del Padre aún sin saber y tal vez sin entender lo que Dios le pedía. En definitiva era necesaria una fe como esa que el Evangelio pide. Una fe capaz de mover montañas. Era necesario pues que José tuviera esa fe porque pronto sería probada en lo que más amaría y en quien había puesto sus ojos, su corazón y todo su amor.

Amor virginal

Pronto la fe de San José fue probada con el misterioso embarazo de María. No conociendo el misterio de la Encarnación y no queriendo exponerla al repudio y su posible condena a lapidación, pensaba retirarse cuando el ángel del Señor se le apareció en sueño:

"Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer." (Mt. 1:19-20, 24).

Unos meses más tarde, llegó el momento para S. José y María de partir hacia Belén para empadronarse según el decreto del Cesar Augustus. Esto sucedió en momento muy difícil ya que ella estaba en cinta. (cf. Lucas 2:1-7).

En Belén tuvo que sufrir con La Virgen la carencia de un lugar para hospedarse hasta tener que tomar refugio en un establo. Sí, en un establo de bestias, en medio del estiércol, de la inmundicia, de los animales. Allí nació el hijo de María la Virgen. José con amor verdadero atendía a los dos como si fuese el verdadero padre. Cuál sería su estado de admiración a la llegada de los pastores, los ángeles y más tarde los magos de Oriente. Referente a la Presentación de Jesús en el Templo, San Lucas nos dice: "Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él".(Lucas 2:33).

Una vez más Dios le habla a José por medio del ángel del Señor, supo de la muerte de Herodes: "«Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la tierra de Israel; pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño.» El se levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel. Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí; y avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea". Mateo 2:22.

Descubrimos pues que Dios había elegido a José para una vocación sublime. La más sublime que cualquier ser humano pueda tener hoy. La bellísima vocación de vivir muy de cerca y en silencio la contemplación del Hijo de Dios, para darlo a conocer a los demás. Ayer como hoy Cristo necesita de hombres capaces de arriesgarlo todo y darlo todo por Jesús. Arriesgar la vida por Él. Arriesgar la buena fama o quitar de nosotros la vergüenza de ser sus seguidores. Ser hombres capaces de renunciar verdaderamente a nosotros mismo aún en lo más hermoso y sublime que Dios le ha dado al ser humano como lo es la sexualidad biológica de tener una esposa por amor a Dios que siempre nos recompensará.

San José Patrono de las vocaciones ruega por nosotros a tu Hijo Jesús para que envíe operarios a su Mies.

Paz y Bien.

Fort Worth, Texas

Marzo 18 de 2011.

Fray Pablo capuchino Misionero.

II domingo de Cuaresma A


¿Qué puedes hacer?


RESPLANDECE FEST 2011 - 2

RESPLANDECE FEST 2011 - 1

Mensaje de Cuaresma 2011



“Con Cristo sois sepultados en el Bautismo, 
con él también habéis resucitado” (cf. Col 2, 12)



Queridos hermanos y hermanas:

La Cuaresma, que nos lleva a la celebración de la Santa Pascua, es para la Iglesia un tiempo litúrgico muy valioso e importante, con vistas al cual me alegra dirigiros unas palabras específicas para que lo vivamos con el debido compromiso. La Comunidad eclesial, asidua en la oración y en la caridad operosa, mientras mira hacia el encuentro definitivo con su Esposo en la Pascua eterna, intensifica su camino de purificación en el espíritu, para obtener con más abundancia del Misterio de la redención la vida nueva en Cristo Señor (cf. Prefacio I de Cuaresma).

1. Esta misma vida ya se nos transmitió el día del Bautismo, cuando «al participar de la muerte y resurrección de Cristo» comenzó para nosotros «la aventura gozosa y entusiasmante del discípulo» (Homilía en la fiesta del Bautismo del Señor, 10 de enero de 2010). San Pablo, en sus Cartas, insiste repetidamente en la comunión singular con el Hijo de Dios que se realiza en este lavacro. El hecho de que en la mayoría de los casos el Bautismo se reciba en la infancia pone de relieve que se trata de un don de Dios: nadie merece la vida eterna con sus fuerzas. La misericordia de Dios, que borra el pecado y permite vivir en la propia existencia «los mismos sentimientos que Cristo Jesús» (Flp 2, 5) se comunica al hombre gratuitamente.

El Apóstol de los gentiles, en la Carta a los Filipenses, expresa el sentido de la transformación que tiene lugar al participar en la muerte y resurrección de Cristo, indicando su meta: que yo pueda «conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos» (Flp 3, 10-11). El Bautismo, por tanto, no es un rito del pasado sino el encuentro con Cristo que conforma toda la existencia del bautizado, le da la vida divina y lo llama a una conversión sincera, iniciada y sostenida por la Gracia, que lo lleve a alcanzar la talla adulta de Cristo.

Un nexo particular vincula al Bautismo con la Cuaresma como momento favorable para experimentar la Gracia que salva. Los Padres del Concilio Vaticano II exhortaron a todos los Pastores de la Iglesia a utilizar «con mayor abundancia los elementos bautismales propios de la liturgia cuaresmal» (Sacrosanctum Concilium, 109). En efecto, desde siempre, la Iglesia asocia la Vigilia Pascual a la celebración del Bautismo: en este Sacramento se realiza el gran misterio por el cual el hombre muere al pecado, participa de la vida nueva en Jesucristo Resucitado y recibe el mismo espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos (cf.Rm 8, 11). Este don gratuito debe ser reavivado en cada uno de nosotros y la Cuaresma nos ofrece un recorrido análogo al catecumenado, que para los cristianos de la Iglesia antigua, así como para los catecúmenos de hoy, es una escuela insustituible de fe y de vida cristiana: viven realmente el Bautismo como un acto decisivo para toda su existencia.

2. Para emprender seriamente el camino hacia la Pascua y prepararnos a celebrar la Resurrección del Señor —la fiesta más gozosa y solemne de todo el Año litúrgico—, ¿qué puede haber de más adecuado que dejarnos guiar por la Palabra de Dios? Por esto la Iglesia, en los textos evangélicos de los domingos de Cuaresma, nos guía a un encuentro especialmente intenso con el Señor, haciéndonos recorrer las etapas del camino de la iniciación cristiana: para los catecúmenos, en la perspectiva de recibir el Sacramento del renacimiento, y para quien está bautizado, con vistas a nuevos y decisivos pasos en el seguimiento de Cristo y en la entrega más plena a él.

El primer domingo del itinerario cuaresmal subraya nuestra condición de hombre en esta tierra. La batalla victoriosa contra las tentaciones, que da inicio a la misión de Jesús, es una invitación a tomar conciencia de la propia fragilidad para acoger la Gracia que libera del pecado e infunde nueva fuerza en Cristo, camino, verdad y vida (cf. Ordo Initiationis Christianae Adultorum, n. 25). Es una llamada decidida a recordar que la fe cristiana implica, siguiendo el ejemplo de Jesús y en unión con él, una lucha «contra los Dominadores de este mundo tenebroso» (Ef 6, 12), en el cual el diablo actúa y no se cansa, tampoco hoy, de tentar al hombre que quiere acercarse al Señor: Cristo sale victorioso, para abrir también nuestro corazón a la esperanza y guiarnos a vencer las seducciones del mal.

El Evangelio de la Transfiguración del Señor pone delante de nuestros ojos la gloria de Cristo, que anticipa la resurrección y que anuncia la divinización del hombre. La comunidad cristiana toma conciencia de que es llevada, como los Apóstoles Pedro, Santiago y Juan «aparte, a un monte alto» (Mt 17, 1), para acoger nuevamente en Cristo, como hijos en el Hijo, el don de la gracia de Dios: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle» (v. 5). Es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal (cf. Hb 4, 12) y fortalece la voluntad de seguir al Señor.

La petición de Jesús a la samaritana: «Dame de beber» (Jn 4, 7), que se lee en la liturgia del tercer domingo, expresa la pasión de Dios por todo hombre y quiere suscitar en nuestro corazón el deseo del don del «agua que brota para vida eterna» (v. 14): es el don del Espíritu Santo, que hace de los cristianos «adoradores verdaderos» capaces de orar al Padre «en espíritu y en verdad» (v. 23). ¡Sólo esta agua puede apagar nuestra sed de bien, de verdad y de belleza! Sólo esta agua, que nos da el Hijo, irriga los desiertos del alma inquieta e insatisfecha, «hasta que descanse en Dios», según las célebres palabras de san Agustín.

El domingo del ciego de nacimiento presenta a Cristo como luz del mundo. El Evangelio nos interpela a cada uno de nosotros: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?». «Creo, Señor» (Jn 9, 35.38), afirma con alegría el ciego de nacimiento, dando voz a todo creyente. El milagro de la curación es el signo de que Cristo, junto con la vista, quiere abrir nuestra mirada interior, para que nuestra fe sea cada vez más profunda y podamos reconocer en él a nuestro único Salvador. Él ilumina todas las oscuridades de la vida y lleva al hombre a vivir como «hijo de la luz».

Cuando, en el quinto domingo, se proclama la resurrección de Lázaro, nos encontramos frente al misterio último de nuestra existencia: «Yo soy la resurrección y la vida... ¿Crees esto?» (Jn 11, 25-26). Para la comunidad cristiana es el momento de volver a poner con sinceridad, junto con Marta, toda la esperanza en Jesús de Nazaret: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo» (v. 27). La comunión con Cristo en esta vida nos prepara a cruzar la frontera de la muerte, para vivir sin fin en él. La fe en la resurrección de los muertos y la esperanza en la vida eterna abren nuestra mirada al sentido último de nuestra existencia: Dios ha creado al hombre para la resurrección y para la vida, y esta verdad da la dimensión auténtica y definitiva a la historia de los hombres, a su existencia personal y a su vida social, a la cultura, a la política, a la economía. Privado de la luz de la fe todo el universo acaba encerrado dentro de un sepulcro sin futuro, sin esperanza.

El recorrido cuaresmal encuentra su cumplimiento en el Triduo Pascual, en particular en la Gran Vigilia de la Noche Santa: al renovar las promesas bautismales, reafirmamos que Cristo es el Señor de nuestra vida, la vida que Dios nos comunicó cuando renacimos «del agua y del Espíritu Santo», y confirmamos de nuevo nuestro firme compromiso de corresponder a la acción de la Gracia para ser sus discípulos.

3. Nuestro sumergirnos en la muerte y resurrección de Cristo mediante el sacramento del Bautismo, nos impulsa cada día a liberar nuestro corazón del peso de las cosas materiales, de un vínculo egoísta con la «tierra», que nos empobrece y nos impide estar disponibles y abiertos a Dios y al prójimo. En Cristo, Dios se ha revelado como Amor (cf. 1 Jn 4, 7-10). La Cruz de Cristo, la «palabra de la Cruz» manifiesta el poder salvífico de Dios (cf. 1 Co 1, 18), que se da para levantar al hombre y traerle la salvación: amor en su forma más radical (cf. Enc. Deus caritas est, 12). Mediante las prácticas tradicionales del ayuno, la limosna y la oración, expresiones del compromiso de conversión, la Cuaresma educa a vivir de modo cada vez más radical el amor de Cristo. El ayuno, que puede tener distintas motivaciones, adquiere para el cristiano un significado profundamente religioso: haciendo más pobre nuestra mesa aprendemos a superar el egoísmo para vivir en la lógica del don y del amor; soportando la privación de alguna cosa —y no sólo de lo superfluo— aprendemos a apartar la mirada de nuestro «yo», para descubrir a Alguien a nuestro lado y reconocer a Dios en los rostros de tantos de nuestros hermanos. Para el cristiano el ayuno no tiene nada de intimista, sino que abre mayormente a Dios y a las necesidades de los hombres, y hace que el amor a Dios sea también amor al prójimo (cf. Mc 12, 31).

En nuestro camino también nos encontramos ante la tentación del tener, de la avidez de dinero, que insidia el primado de Dios en nuestra vida. El afán de poseer provoca violencia, prevaricación y muerte; por esto la Iglesia, especialmente en el tiempo cuaresmal, recuerda la práctica de la limosna, es decir, la capacidad de compartir. La idolatría de los bienes, en cambio, no sólo aleja del otro, sino que despoja al hombre, lo hace infeliz, lo engaña, lo defrauda sin realizar lo que promete, porque sitúa las cosas materiales en el lugar de Dios, única fuente de la vida. ¿Cómo comprender la bondad paterna de Dios si el corazón está lleno de uno mismo y de los propios proyectos, con los cuales nos hacemos ilusiones de que podemos asegurar el futuro? La tentación es pensar, como el rico de la parábola: «Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años... Pero Dios le dijo: "¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma"» (Lc 12, 19-20). La práctica de la limosna nos recuerda el primado de Dios y la atención hacia los demás, para redescubrir a nuestro Padre bueno y recibir su misericordia.

En todo el período cuaresmal, la Iglesia nos ofrece con particular abundancia la Palabra de Dios. Meditándola e interiorizándola para vivirla diariamente, aprendemos una forma preciosa e insustituible de oración, porque la escucha atenta de Dios, que sigue hablando a nuestro corazón, alimenta el camino de fe que iniciamos en el día del Bautismo. La oración nos permite también adquirir una nueva concepción del tiempo: de hecho, sin la perspectiva de la eternidad y de la trascendencia, simplemente marca nuestros pasos hacia un horizonte que no tiene futuro. En la oración encontramos, en cambio, tiempo para Dios, para conocer que «sus palabras no pasarán» (cf. Mc 13, 31), para entrar en la íntima comunión con él que «nadie podrá quitarnos» (cf. Jn 16, 22) y que nos abre a la esperanza que no falla, a la vida eterna.

En síntesis, el itinerario cuaresmal, en el cual se nos invita a contemplar el Misterio de la cruz, es «hacerme semejante a él en su muerte» (Flp 3, 10), para llevar a cabo una conversión profunda de nuestra vida: dejarnos transformar por la acción del Espíritu Santo, como san Pablo en el camino de Damasco; orientar con decisión nuestra existencia según la voluntad de Dios; liberarnos de nuestro egoísmo, superando el instinto de dominio sobre los demás y abriéndonos a la caridad de Cristo. El período cuaresmal es el momento favorable para reconocer nuestra debilidad, acoger, con una sincera revisión de vida, la Gracia renovadora del Sacramento de la Penitencia y caminar con decisión hacia Cristo.

Queridos hermanos y hermanas, mediante el encuentro personal con nuestro Redentor y mediante el ayuno, la limosna y la oración, el camino de conversión hacia la Pascua nos lleva a redescubrir nuestro Bautismo. Renovemos en esta Cuaresma la acogida de la Gracia que Dios nos dio en ese momento, para que ilumine y guíe todas nuestras acciones. Lo que el Sacramento significa y realiza estamos llamados a vivirlo cada día siguiendo a Cristo de modo cada vez más generoso y auténtico. Encomendamos nuestro itinerario a la Virgen María, que engendró al Verbo de Dios en la fe y en la carne, para sumergirnos como ella en la muerte y resurrección de su Hijo Jesús y obtener la vida eterna.


BENEDICTUS PP XVI

Elévate sobre el cielo, Dios mío…

Cuaresma 2011

Toda la vida...


Miércoles de ceniza, y qué es "mistagogía"


(Instrucción o catequesis)

Hermanos:
Estas palabras que nos disponemos a compartir no son una homilía. Son una instrucción, una explicación, una catequesis – si se prefiere – en torno a la Cuaresma. Tocaremos dos puntos:
El primero: Sentido y significado del Miércoles de ceniza, como  convocatoria de conversión.
El segundo: Aprendizaje del misterio cuaresmal descubriendo a Cristo, como protagonista de la Cuaresma.

I
Apertura de cuaresma: Miércoles de ceniza, convocatoria de conversión
        Tocad la trompeta en Sión, proclamad el ayuno, convocad la reunión... Este pregón de los tiempos de Joel -siglo IV antes de Cristo-, es para nosotros el bocinazo de Cuaresma, y de hecho así empieza la liturgia de la Palabra el Miércoles de Ceniza. Ese día la comunidad cristiana se reúne para presentar­se ante el Señor como pueblo pecador y penitente y para iniciar un trayecto de sinceridad y verdad, una camino de purificación e iluminación que le va a llevar hasta la santa montaña de la Pascua.
        Si en nuestras parroquias lográramos que este día se suspendiera el rutinario orden de misas y se lograra una gran asamblea, tendríamos un signo muy expresivo de que somos un pueblo de Dios unido en un mismo propósito y un pueblo que solemnemente comienza su éxodo liberador hacia la Pascua. Hoy es un día característico de asamblea. Día de ceniza que tendríamos que recibir -repito-, si posible fuera, en una sola celebración, como pueblo penitente.
        La finalidad de este día es iniciar el camino pascual guiados por Cristo a través del desierto de la Cuaresma. Los cristianos ayunamos en este día. Convocados en la iglesia se nos leen las Sagradas Escrituras. Dios nos dice por medio de Joel: Convertíos a mí de todo corazón: con ayuno, con llanto, con luto (Jl 2,12-18). Resuena la voz apremiante que se insinúa en el corazón: Os lo pedimos por Cristo: dejaos reconciliar con Dios (1Co 5,20-6,2). Y Cristo en el Evangelio nos traza el programa del cambio que él espera, una justicia nueva distinta de la de los fariseos, que se ha de manifestar en las tres expresiones características de la piedad tradicional de los judíos: la caridad desinteresada, la oración sincera ante Dios, el ayuno verdadero (Mt 6,1-6.16-18). Son consignas sobre las que reiteradamente se ha de volver en Cuaresma.
        Día de conversión. El símbolo de la ceniza, tomado de las páginas de la Biblia, está aludiendo a esto. Al imponerla, el sacerdote puede recodar unas palabras que nos evocan al primer hombre en el paraíso: Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás (véase Gn 3,19). Pero es preferible que en el momento de humillar nuestras cabezas escuchemos la proclamación que hizo Jesús al inicio de su ministerio: Convertíos y creed el Evangelio (Mc 1,15).
* * *
        En la praxis cristiana este Miércoles de Ceniza debe ser para todos una día de reflexión para perfilar nuestro programa cuaresmal. Debemos preguntarnos con qué ánimos, con qué temple espiritual entramos en la Cuaresma, con qué manos vamos a recibir la gracia que se nos brinda, y hasta qué punto estamos dispuestos a iniciar un combate espiritual. Jesús lo tuvo en el desierto.
        La celebración sacramental de la penitencia, al inicio de este camino, está en plena consonancia con el Miércoles de Ceniza. Y en el programa cuaresmal, de acuerdo con el mensaje evangélico, hay tres puntos que hemos de afrontar con sinceridad para estar a tono con la gracia saludable que se nos brinda:
        -     la ascesis, el ayuno;
        -     la oración, en la escucha de la Palabra de Dios;
        -     y la caridad, la limosna, la caridad como donación solidaria de nuestras personas.
* * *
        En este día primero de Cuaresma torna a mi mente el comienzo de un canto severo que en la Edad Media se cantaba con estremecimiento, y a veces con pánico: Media vita in morte sumus..., en medio de la vida nos coge la Muerte... Es cierto, por más que no sea de nuestro gusto. En la mitad de la vida puede salirme la Muerte en la carretera. Dante comenzó así la Divina Comedia de la vida: Nel mezzo del camin di nostra vita...
        Sin tremendismos, pero con un serio sentido de la realidad y un ansia de verdad y purificación, vaya este himno, compuesto para iniciar la Cuaresma:

En medio del camino de la vida
la mano del Señor tocó mi frente:
¡Mortal hijo de Adán, detente y entra,
conmigo al corazón sin miedo vente!

Bajé hasta el alma, cueva y paraíso,
tomado de su mano suavemente,
y vi la historia entera en mí bullendo:
al Padre, al Hijo, al Fuego incandescente.

Oh alma buscadora, ve al desierto,
montaña del Señor, dintel celeste,
y ensancha las ventanas a la vida,
amante del amor y de la muerte.

Bañado en la verdad y en dulce llanto,
conócete a ti mismo al conocerle,
oh Hombre, y escucha en tu gemido
un son de paz que desde el cielo viene.

La paz y la justicia -Cristo muerto-
se abrazan en el alma estrechamente;
rebrota el mundo, firme y vigoroso,
y en mí la Vida vence, oh Tú, perenne.

¡Oh Cristo soberano, Dios perdón,
en cruz ensangrentado, Dios clemente,
te damos gracias, luz que nos revelas
el ser en su verdad con lo que eres! Amén.


II
Aprendizaje del misterio

        Vamos a contemplar la Cuaresma desde la proclamación del Evangelio los domingos. Ya se sabe que para abrir con mayor abundancia la palabra de Dios a los fieles se ha compuesto un ciclo de tres años de lecturas dominicales. No se repiten cada año, sino que hay un ciclo trienal: A, B, C. Tomemos los Evangelios del año A. Las escenas que vamos a contemplar tienen tal raigambre en la tradición cristiana como catequesis mistérica de Cuaresma, que hay facultad para repetir los Evangelios del ciclo A en los dos sucesivos.1
El panorama que tenemos a la vista es el siguiente
Domingo 1º Jesús tentado
Domingo 2º Jesús transfigurado
Domingo 3º Jesús da el agua viva: la Samaritana
Domingo 4º Jesús da la luz a un ciego de nacimiento
Domingo 5º Jesús resucita a Lázaro
Domingo 6º Jesús entra como Mesías en Jerusalén
        Los Padres de la Iglesia en sus explicaciones al pueblo cristiano hablaban de mistagogía. Esta palabra griega significa literalmente: conducción de los iniciados hacia el misterio. Entendemos que lo realizado en Jesús es un misterio, es decir, una realidad divina, concreta, con una fuerza permanente que se expande hasta hoy, una realidad de la que nosotros podemos participar hoy, ahora, aquí. Y por eso se nos anuncia en la liturgia. Debemos entrar en ella. La Sagrada Escritura, proclamada en la asamblea del pueblo de Dios, nos lleva hacia esas realidades. Los verdaderos pastores de la Iglesia se han preocupado de explicar la Sagrada Escritura de forma que toda la asamblea santa pudiera entrar en el interior de esas realidades salvadoras y presentes. Todo esto se llama mistagogía.

¿Quién es el protagonista de Cuaresma: Cristo o el hombre?
        Hay dos visuales para otear el camino cuaresmal. Distinto el paisaje si yo pongo como protagonista al pobrecito ser humano -hombre o mujer que se afanan y se debaten en la pelea humana- o si yo digo sorpresivamente que el protagonista de Cuaresma es Cristo. Dos puntos de mira que tienen derivaciones distintas, que estimulan una actitud psicológica diferente.
        Parece obvio que el protagonista y el combatiente de Cuaresma tenga que ser el hombre, que es el luchador en este camino de viadores. Dejemos a Cristo como protagonista de la Pascua en todo el tramo de los cincuenta días. Al fin lo que representa la Pascua es el triunfo perenne del Resucitado.
        Esta obviedad en un segundo momento no es tal. Si yo dijera que el protagonista de Cuaresma es el hombre y el protagonista de Pascua es Cristo, escindiría un misterio unitario. Estaría fotografiando el misterio con cámaras diferentes, con procedimientos de orden diverso y el cuadro resultante sería semifalso.
        Es mejor enfocar el paisaje completo con la misma cámara. Es más oportuno decir que Cuaresma-Pascua son un proceso irrompible que tienen el mismo eje, Cristo, el Señor. Al menos desde un punto de vista rigurosamente litúrgico las cosas son así, dado que en la liturgia no celebramos la titánica empresa de los hombres que quieren alcanzar a Dios, sino, al revés, la acción de Dios en la historia, pasada, presente y futura, que con gratitud y alabanza, con disponibilidad de colaboración, el hombre recibe como don de Dios.
        Pablo en el texto más importante sobre el bautismo de los cristianos (capítulo 6 de Romanos) explica nuestro bautismo desde esa óptica. Bautismos los ha habido en las religiones. El ser humano ansía el lavatorio de su alma, quisiera buscar el detergente que expulsara todas las manchas de su corazón. El hombre pecador, ávido de Dios, va al agua; se desnuda y se sumerge. Quiere mostrar al Creador que lo pasado queda allí atrás para siempre y que desde hoy empieza lo nuevo. No es ése el bautismo cristiano, siendo tan laudable y sublime ese gesto absoluto del hombre pecador que anhela a Dios. Para Pablo el bautismo es un acontecimiento por el cual el cristiano es incorporado a la muerte del Hijo, a la sepultura, a ese brotar nuevo en la Resurrección. Y entonces el cristiano realmente muere, realmente es sepultado, realmente es resucitado.
        ¡Alucinante...! ¿O revelador...? Esto es mística. Sí, esto es misterio, esto es sacramento. En efecto, así lo es. Y de la sacramentalidad del bautismo se derivada la moralidad de la vida cristiana.
        Podemos releer atenta y escrupulosamente ese citado capítulo 6 de Romanos y calibraremos personalmente la verdad de lo que vamos diciendo. ¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva (vv. 3-4).
        No cabe duda de que el protagonista, el verdadero agente del bautismo, es Cristo. El hombre es el recipiente, para lo cual ha tenido que abrir el oído, doblegar el corazón, escuchar en espíritu de docilidad y obediencia y acudir a las aguas..., pero ha sido Cristo, el Señor, el que está realizando su obra esplendorosa. Ha sido Cristo en esa triple modalidad de su misterio pascual: muerte, sepultura, resurrección. La muerte y sepultura son acontecimientos que pertenecieron un día a nuestra historia, a nuestra intrahistoria, que ya pasaron, pero que están en el bautismo, porque somos incorporados a ellos.
        Un discurso análogo vale para explicar la óptica de Cuaresma. Si le ponemos a Cristo en el centro y en torno a él tratamos de explicar el acontecer anual de Cuaresma, entenderemos mejor lo que pasa dentro. y sobre todo apuntaremos con mayor exactitud a lo que es la verdad genuina de las cosas.
        Por aquí va la explicación mistagógica de la Cuaresma, explicación por la que queremos avanzar al paso de los domingos. Al abrir el Misal, vemos que no andamos descaminados. En el domingo primero oramos así en la oración colecta: Al celebrar un año más la santa Cuaresma concédenos, Dios todopoderoso, avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo según su plenitud.
        Entender y vivir, ése es el objetivo. Penetrar el misterio con sabiduría interior, fundir la vida en él y proyectarlo.

Nota. El texto lo hemos tomado de nuestra obrita El camino cuaresmal (Colección Emaús, 9), publicada en el Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona 1994 y 1996, a la que remitimos al lector para la edición íntegra.

El perdón para la paz


En los conflictos cotidianos, en las desgarros familiares, en los conflictos que dividen a los países, no hay nada más tenaz que la memoria de las heridas y humillaciones. Guardamos todas las humillaciones y nos atamos a ellas cargando con el resentimiento y el agravio.

Pedir perdón no elimina el mal producido, pero tiene un efecto depurativo y transformador tanto sobre el fondo personal que permitió provocarlo como sobre quien lo sufrió. Perdonar nos libera de las cadenas del rencor o de la ira, nos pone en contacto con lo mejor de la persona y nos quita la enorme carga del resentimiento, del agravio y del odio. Perdonar ayuda a curar las heridas, a superar el victimismo y a rehacer constructivamente la propia vida.

Personalmente, pedir perdón o perdonar tiene un significado depurativo y liberador,; comunitariamente, tiene un significado constructivo y reconciliador. Perdonar crea un presente y un futuro constructivo basado en el respeto y la aceptación mutua.

San Ambrosio, obispo de Milán dijo en el sigo IV: “Comenzad en vosotros mismos la obra de la paz de tal manera que una vez pacificados, podáis aportar la paz a los demás”. Para conseguir una sociedad reconciliada, cada uno/a en nosotros/as tendremos que comenzar en nosotros/as mismos/as la obra de la paz. El perdón es un requisito indispensable para la paz, pero a la vez es un acto voluntario.

Pero el perdón no es fácil. Cuando hay un dolor y humillación muy grandes y muy dolorosos, el perdón se hace difícil. Pequeños perdones nos pueden ir enseñando el camino. Cuando no podemos perdonar, nos ayuda recordar cuántas veces hemos necesitado que nos perdonen. Francisco, que sabía mucho de nuestro pequeño corazón, nos dice que, cuando no podemos amar, por lo menos, no deseemos el mal. Cuando sintamos que no podemos hacer nada más solo nos queda dejar en manos de Dios nuestra incapacidad, y rezar los unos por los otros para poder ser, de alguna manera, instrumentos de la paz.

“Loado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor” escribe Francisco para el obispo y el podestá de Asís que estaban gravemente enfrentados. (Cánt 10).
La propuesta franciscana del perdón tiene a Jesús, su amor, como fuente, razón y origen; la misericordia entrañable, la gratuidad total en la relación y el perdón generoso serán su fruto. Según Francisco, solo acompañados por el abrazo y el tú de Jesús podremos intentar acoger y perdonar al hermano siempre y sin condiciones.

9º domingo de tiempo ordinario





ESCUCHA TU CORAZÓN

Que ahora como estas plantada por tu historia
acabada y de frente a ti la enorme cuesta
arriba, te sientes algo sola sin nadie
que se siente a escucharte que
comprenda tu situacion, no te debes
de rendir.

Y sigues sinedo tu, persigue tu destino,
pues todo ese dolor que esta
dentro nunca debe interferir en tu camino,
descubriras asi que tu historia cada
minuto pertenecen tan solo a ti,
mas si te has quedado tu navegando sin
razones en el mar de tus porques...

Mira en ti, escucha el silencio, tu corazon
te soplara las palabras, mira dentro
de ti misma y entonces,
prueba si alcanzas donde te lleva tu alma

Es dificil decidirce, que es lo correcto
que bede hacerse, si se tiene la cabeza
en otra parte, tu orgullo que te atrapa,
las noches que el dolor te destapa todo
tu miedo a equivocarte si te vuelves
a sentir persiguiendo las estrellas
nunca debes renunciar...

Cree en ti, escucha el silencio, tu corazon
te cuarara las heridas, mira dentro de ti misma,
y entonces prueba volar donde el dolor
no te siga, no te engañaras, si escuchas
atenta abre los abrazos y es posible
que entonces cada mano, cada sueño
que quieras tener, cada uno de nosostros
te espera con su corazon..

Cada vez que tu asi te lo sabes prueba escucharle,
tu corazon si que lo sabe, tu prueba escucharle,
tu corazon si que sabe,tu corazon si que sabe.

Laura Pausini

La vocación más noble es seguir al Señor de señores.


Exigencias del seguimiento y los Buenos frutos

Para todo joven cristiano que aspira a los dones más excelentes, no puede conformarse con un simple apostolado, con un simple ministerio, o, con un simple pertenecer a un grupo en la Parroquia, que ya es mucho decir. Sin embargo lo verdaderamente importante es el seguimiento radical de Jesucristo. Soltar las amarras e ir tras las huellas desafiantes de Jesús de Nazaret. Ése hombre radical que tuvo que dejarlo todo incluyendo su rango de Dios para poder hacer la voluntad de su Padre. Esto es lo que da verdadero sentido a un joven que sabe que va a dejarlo todo por Todo.

Para el joven de hoy es inadmisible un seguimiento de Jesucristo tan radical y tan extremo que no termine en el ofrecimiento de sí mismo al estilo de Jesucristo. Es decir, terminar dando la vida completa como ofrenda por la salvación de todos, tal y como nos lo manifiesta el Apóstol de los gentiles: “Os exhorto, por tanto, hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, Santa, agradable a Dios”. (Cfr. Rom 12,1) Así termina Pablo su exposición del misterio de Cristo a los cristianos de Roma. Por eso se ha dicho que desde el punto de vista cristiano, todo, absolutamente todo, debe ser edificante y contribuir para bien de los que aman a Dios.

Este es el gran reto para Ti joven que te gusta desafiar lo verdaderamente importante y trascendente de tu vida. Tú que estás acostumbrado a la adrenalina, a la vivencia de cosas y experiencias a tope. Encuéntrate con Jesucristo que siempre te retará a ser mejor. Que siempre te exigirá a ser un hombre radical. Que siempre tendrá que ofrecerte mucho más de lo que Tú te imagines y le puedas dar.

Aprópiate de los sentimientos de Cristo y has de tu vida una constante imitación del Divino Maestro. El seguimiento tiene unas exigencias que te marcan la pauta para vivir en la libertad plena. Las condiciones del seguimiento son desconcertantes: el desapropio radical de los bienes efímeros y vacíos de esta vida. Gozar de la gloriosa libertad de los hijos de Dios no teniendo el corazón dividido por pasiones mundanas que te arranquen o te desvíen del camino de la santidad. Desapropio de la propia voluntad para ir tras Jesucristo que es el Camino, la Verdad y la Vida y hacer en todo y para siempre su voluntad. La única apropiación que te pertenece es Jesucristo mismo que se te ha dado para que puedas ser Tú su reflejo y lo lleves a los demás que tan necesitados están de Él.

Recuerda siempre que esa pequeña chispa de inquietud y de curiosidad que experimentas en tu corazón, es la presencia siempre viva y vivificante del Espíritu de Dios, a través del cual Dios en la persona de Jesucristo te dice: “Yo los he escogido a ustedes, y los he destinado para que vayan y den frutos y su fruto permanezca”(Jn 15,16).

Después de que te has encontrado con Jesús y te has dejado cautivar por Él, es aquí donde se encuentra todo el sentido del seguimiento radical. Has sido elegido para dar frutos y debes dejar que la presencia siempre activa y dinámica del Espíritu de Dios se vaya manifestando en Ti a través de tus buenas obras, porque el amor y la amistad con Dios te han sido regalados para compartirlos con los demás. Para hacer de este mundo incrédulo y ateo, un mundo que proyecte y transpire la presencia siempre fresca y nueva de Dios a través de tus buenas obras y de tu ofrecimiento como ofrenda a Dios. Porque la gracia del seguimiento la has de basar en el magnífico don de la Fe. Una Fe que se te ha dado para que la compartas con los demás. Debes dar un fruto que permanezca. Todos queremos dejar a nuestro paso por este mundo algo que perdure, y que mejor algo que perdure para la vida eterna. Es decir tus frutos han de ser de santidad. A esto es a lo que estás llamado a ser Santo, porque el ser Santo es la medida perfecta y la correlación intrínseca y simbiótica entre Dios y Tú. Para eso Jesucristo se ha encarnado en un cuerpo mortal y caduco para santificarte. Para eso Dios te ha dado una vida, un corazón y un cuerpo para entregarlos de manera plena y total por la salvación de la humanidad entera. ¿Habrá mayor vocación que esta?

Paz y Bien

Fort Worth, Texas

Marzo 4 de 2011.

Fray Pablo Capuchino Misionero.

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