El perdón para la paz


En los conflictos cotidianos, en las desgarros familiares, en los conflictos que dividen a los países, no hay nada más tenaz que la memoria de las heridas y humillaciones. Guardamos todas las humillaciones y nos atamos a ellas cargando con el resentimiento y el agravio.

Pedir perdón no elimina el mal producido, pero tiene un efecto depurativo y transformador tanto sobre el fondo personal que permitió provocarlo como sobre quien lo sufrió. Perdonar nos libera de las cadenas del rencor o de la ira, nos pone en contacto con lo mejor de la persona y nos quita la enorme carga del resentimiento, del agravio y del odio. Perdonar ayuda a curar las heridas, a superar el victimismo y a rehacer constructivamente la propia vida.

Personalmente, pedir perdón o perdonar tiene un significado depurativo y liberador,; comunitariamente, tiene un significado constructivo y reconciliador. Perdonar crea un presente y un futuro constructivo basado en el respeto y la aceptación mutua.

San Ambrosio, obispo de Milán dijo en el sigo IV: “Comenzad en vosotros mismos la obra de la paz de tal manera que una vez pacificados, podáis aportar la paz a los demás”. Para conseguir una sociedad reconciliada, cada uno/a en nosotros/as tendremos que comenzar en nosotros/as mismos/as la obra de la paz. El perdón es un requisito indispensable para la paz, pero a la vez es un acto voluntario.

Pero el perdón no es fácil. Cuando hay un dolor y humillación muy grandes y muy dolorosos, el perdón se hace difícil. Pequeños perdones nos pueden ir enseñando el camino. Cuando no podemos perdonar, nos ayuda recordar cuántas veces hemos necesitado que nos perdonen. Francisco, que sabía mucho de nuestro pequeño corazón, nos dice que, cuando no podemos amar, por lo menos, no deseemos el mal. Cuando sintamos que no podemos hacer nada más solo nos queda dejar en manos de Dios nuestra incapacidad, y rezar los unos por los otros para poder ser, de alguna manera, instrumentos de la paz.

“Loado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor” escribe Francisco para el obispo y el podestá de Asís que estaban gravemente enfrentados. (Cánt 10).
La propuesta franciscana del perdón tiene a Jesús, su amor, como fuente, razón y origen; la misericordia entrañable, la gratuidad total en la relación y el perdón generoso serán su fruto. Según Francisco, solo acompañados por el abrazo y el tú de Jesús podremos intentar acoger y perdonar al hermano siempre y sin condiciones.

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