48. El Señor es mi Pastor: nada me falta

(Domingo IV de Pascua, Año A: Jn 10,1-10)


Hermanos:

1. En el Nuevo Testamento hay, entre todos, una pasaje sobre El Buen Pastor: “Yo soy el Buen pastor”, capítulo 10 del Evangelio de san Juan.
En los salmos hay un Salmo del Pastor: “El Señor es mi pastor: nada me falta”, salmo 23, que en la enumeración litúrgica, proveniente de la versión latina es el número 22.
Y en los Profetas hay, entre todos, una pasaje de Dios pastor de su Pueblo: “Yo mismo apacentaré a mis ovejas”, profeta Ezequiel, capítulo 34.

2. Hoy, domingo IV de Pascua, después de haber escuchado los tres domingos anteriores relatos de la resurrección de Jesús, hoy a este Jesús celestial lo contemplamos como el Buen pastor de su Iglesia. Y acudimos al capítulo 10 de san Juan para recoger esta revelación que se nos entrega de que, lo mismo que en la antigua Alianza Dios fue representado como Pastor de Israel, en la nueva y definitiva Alianza Jesús es el buen Pastor. Un año leemos los versículos primeros, del 1 al 10; otro del 11 al 18; y el tercero del 27 al 30.
Le damos a Jesús la categoría divina de Pastor; y de damos a la Iglesia la seguridad de que tiene un Pastor, y que teniendo a tal pastor nada le falta. Lo puedo decir de la Iglesia, y lo puedo decir de mí mismo: “El Señor es mi Pastor: nada me falta”.
Mirando, pues, a este pastor, al Buen Pastor, nos preguntamos:
- ¿Dónde está el Buen Pastor?
-¿Qué está haciendo y qué va a hacer?
- ¿Qué relación tiene ese pastor conmigo y yo con él?

3. Pero mientras tanto, como música de fondo, dejemos que resuene el salmo del Buen Pastor en nuestro corazón, que por otra paorte es el salmo responsorial de hoy

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar,
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
Me guía por el sendero justo,
Por el honor a su Nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
Nada temo, porque Tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.

(Ahora el pastor se transforma en el hospedero que nos brinda su casa, y continúa el salmo)
Preparas una mesa ante mí,
en frente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume
y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia
me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.

Este es un salmo que se reza en tantas circunstancias de la vida, y que puede tener un sentido singular junto a la tumba de un hermano difunto. Acaso lo hemos escuchado en algún film recitado por el pastor de la congregación, mientras, rodeado de familiares y amigos, se da tierra al hermano que acaba de traspasar la barrera del tiempo.
¿Qué le aguarda al hermano, a la hermana, cuyo cuerpo yace sin vida? Le está esperando el Buen Pastor, que en la Casa del Padre le ha preparado un banquete?

4. En las exequias católicas se da este augurio al difunto: que sea llevado a hombros del buen pastor. “Que el Señor sea misericordioso con nuestro hermano, para que libre de la muerte, absuelto de sus culpas, reconciliado con el Padre y llevado sobre los hombros del Buen Pastor, merezca gozar de la perenne alegría de los santos en el séquito del Rey eterno”.
En estas frases está sonando las parábolas de Jesús: “reconciliado con el Padre suena al hijo pródigo que vuelve a la casa paterna”. Y “llevado sobre los hombros del Buen Pastor” es la parábola de la oveja perdida, del mismo capítulo 15 de san Lucas: “Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ella, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras  la descarriada, hasta que al encuentra? Y, cuando la encuentra se la carga sobre los hombros, muy contento...” (Lc 15,4-5). Muy contento él y muy contenta la oveja, que perdida en peñascales ahora descansa en la mejor cama, que son los hombros de su pastor, que en este caso es Jesús. Pasar a la eternidad sobre los hombros de Jesús, es ir derecho a la casa solariega del Padre.
Eso es la parábola del Buen pastor en Lucas, evangelista que se empeña en mostrarnos con palabras e imágenes la misericordia de Jesús, que a todos nos acoge.
En el Evangelio de san Juan lo del Buen pastor no es una parábola, sino una alegoría. En las parábolas tenemos un punto de comparación: así ocurre en esta historia de la vida cotidiana, así ocurre en la vida de Dios con sus hijos. En las alegorías, observamos los detalles y a cada detalle le sacamos su simbolismo y su aplicación.

5. En esta alegoría nos fijamos en los detalles, y aquí hay tres detalles: la puerta del redil, el ladrón, el pastor que saca y entra al rebaño por la puerta.
¿Qué hace un ladrón? El ladrón no entra por la puerta; salta por la barda. ¿Y para qué se mete? No para cuidar el rebaño, sino para robar, para matar, para aprovecharse.
El pastor no hace así: el pastor entra y sale por la puerta, y con él entra y sale su rebaño. El pastor lleva a sus ovejas a pastar; el pastor conoce a sus ovejas, a cada una, por su cara, por su balido, por su modo de caminar. El pastor llama a cada una por su nombre.
Con estas múltiples detalles que Jesús propone a la reflexión, uno se pregunta:
¿Quién es el pastor? Jesús.
¿Quiénes son las ovejas? Nosotros, yo mismo.
¿Quién es la puerta? Jesús mismo.
¿Qué hace Jesús? Por él entramos, por él salimos. Nos sentimos libres, seguros.
¿Qué más hace Jesús? Nos saca pastar; él va delante, nosotros le seguimos; él nos conoce, uno a uno. Somos el rebaño de Jesús, sí, pero antes que rebaño, somos personas uno a uno.
Entonces hace falta saber quién es el bandido. Jesús lo aplica a su tiempo. “Todos los qué han venido antes de mí son ladrones y bandidos”(v. 8). Esto es durísimo; es un juicio de la situación que contempla Jesús Israel.
Los pastores del pueblo – tradúzcase de un modo general por “escribas y fariseos”, binomio que se repite con frecuencia en los Evangelios - no han sabido conducir al pueblo por el sendero justo. Los maestro de Israel han fracasado, porque no han transmitido al Dios de la fe.

6. Hoy, día 15 de mayo, en México se celebra el Día del Maestro. El Maestro es un pastor espiritual; enseña al que no sabe, le transmite conocimientos, y, sobre todo, le transmite vida. Su vida es para el discípulo norma de conducta.
Los Maestros de Israel han  fracasado, han adulterado el mensaje de Dios, que yenía de las fuentes lejanas del Antiguo Testamento.

7. Si tomamos como sabio el texto y volvemos sobre él, observaremos que desde su entraña el texto emite muchas insinuaciones para hacer exégesis de versículos, hasta con audaces métodos de psicología. Jesús habla, por ejemplo, de la voz del pastor. El conocimiento de los animales es instintito... Se deja a un perro en medio del campo, y ya sabrá volver a su casa; es el instinto, decimos. Y aquí habla Jesús de la voz. Las ovejas conocen la voz de su pastor; por eso lo siguen; pero si entra un bandido, no conocen la voz del salteador. No lo seguirán.
Hay, pues, un instinto cristiano de fe que nos dice: ¡Eso es Evangelio! Y es el mismo instinto que nos dice: ¡Eso no es Evangelio! Un instinto que no lo da propiamente la ciencia, sino el sentido de pertenencia real a Cristo.

8. En fin, hermanos, antes de concluir no quiero pasar por alto la última frase: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante” (Jn 10,10).
He aquí una síntesis de todo el hecho de Jesús en la historia: vida y vida en abundancia.
Así queremos nosotros caminar por el mundo: viviendo, disfrutando de la vida, y repartiendo vida.
En una palabra, hermanos: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante”. Amén.

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