Misioneros con la Madre a la Vanguardia


De la carta del Ministro General, H. John Corriveau,

con motivo de la celebración del

 

3er. Centenario de la advocación

“Maria, Madre del Buen Pastor”

(“Divina Pastora”)


La Divina Pastora en los escritos de Fray Isidoro de Sevilla:
[Fr. Isidoro de Sevilla fue el iniciador de esta devoción, nacida en Sevilla y que más tarde difundirían otros apóstoles y predicadores capuchinos como el Beato Diego José de Cádiz o el Venerable P. Esteban de Adoáin. La Madre del Buen Pastor es la Patrona de las Misiones Capuchinas.] Fue, el Capuchino, Fr. Isidoro de Sevilla, quien tuvo la la misión de darla a conocer en la Iglesia con el título de María, Madre del Buen Pastor . Este hermano nuestro, gran devoto de la Virgen María,  una noche del mes de junio de 1703, tuvo no se sabe si “un   sueño misterioso, un éxtasis, una inspiración divina, o una simple idea”, así escribe su biógrafo el P.Valencina, de representar la Virgen vestida de humilde Pastora, cosa que llevó a cabo por encargo suyo el pintor D. Alfonso Tovar. En la pintura está la santísima Virgen sentada sobre una roca bajo un frondoso árbol desde cuyas verdes ramas le saludan las avecillas del bosque.  Es encantadora su sonrisa y mueve a  devoción la piedad y ternura con que mira a una oveja blanca que acaricia con su diestra. Una airosa toca cubre  parte de sus rizados cabellos que descansan sobre una pellica sujeta por un cinturón de piel. Todo su traje es el de una Pastora humilde, pero hace su cuerpo tan hermoso y galán que parece aquel que describiera el Cantar de los Cantares. Allá a lo lejos se ve entre celajes a una oveja errante acometida por el lobo del infierno, que el ángel del Señor, radiante de hermosura, defiende con su espada de fuego.
Así la contemplaron por primera vez los ojos atónitos de millares de sevillanos en procesión por la ciudad hispalense el 8 de septiembre del año 1703.
       [Propagación de la devoción]

Desde entonces la devoción a la Santísima Virgen bajo el título de “María, Madre del Buen Pastor” se propaga por España y América en la segunda mitad del siglo XVIII, bajo el impulso determinante del Beato Diego José de Cádiz, también Capuchino,  que mereció ser llamado “el segundo autor de la devoción”.
Después del paréntesis de la supresión de las órdenes religiosas en España, restaurada la Orden Capuchina  y restablecidas sus misiones en América a mediados del siglo XIX, la devoción a la Madre del Buen Pastor florece de nuevo en España y se implanta en Italia y en otras naciones europeas y americanas por mérito de ilustres  misioneros, escritores y predicadores, entre los que merece destacarse el Vble. P. Esteban de Adoáin, Capuchino.

[Patrona de las misiones capuchinas]
Con el voto del Capítulo general celebrado el año 1932, a propuesta de los Padres Capitulares de lengua española, la Santísima Virgen María bajo el título de “Madre del Buen Pastor” es declarada patrona universal de todas las Misiones de la Orden. Era el 22 de mayo de 1932 ( cfr  Analecta Ordinis, 1932, pp. 140-141).
Por último, en nuestras actuales Constituciones, elaboradas por el Capitulo general del 1982 y  aprobadas por la Santa Sede el 25 de diciembre de 1986, en el capítulo XII, al hablar del compromiso misionero de la Orden, se dice: Encomendemos esta gran tarea a la intercesión de la bienaventurada Virgen María, Madre del Buen Pastor, la cual engendró a Cristo, luz y salvación de todas las gentes y presidió orando, la mañana de Pentecostés, los comienzos de la evangelización, bajo la acción del Espíritu Santo “  (Const. 179, 2).

Hay, finalmente, otro valor que se desprende de esta advocación “María, Madre del Buen Pastor” y que quiero subrayar: es el sentido misionero.  Este se ha concretizado desde siempre en dos  formas típicas del apostolado de la Iglesia  y también de la Orden: el testimonio ejemplar de una vida cristiana vivida en fraternidad y minoridad ( al que se refieren principalmente los dos valores anteriores) y el servicio apostólico. En éste entran las diversas formas de anuncio evangélico, como la predicación propiamente dicha, las misiones populares, las misiones entre infieles,  la catequesis a la gente más sencilla, especialmente la gente del campo; las obras sociales; la creación de asociaciones laicales y religiosas, masculinas y femeninas, etc.
De todas estas formas la predicación fue la actividad específica y privilegiada de los Capuchinos desde los comienzos. Siguiendo el ejemplo de san Francisco, la legislación capuchina ha dado importancia a este apostolado y se ha ocupado a lo largo de la historia de inculcar y enseñar la preparación de los predicadores, insistiendo en que fuesen pocos pero bien preparados y de vida ejemplar (Constituciones de Santa Eufemia, 1536); que predicasen durante todo el año  y no sólo durante la cuaresma (Constituciones de Albacina, 1529)  y que lo hicieran con sencillez y familiaridad (Regla bulada).
A partir del 1600, la predicación más sobresaliente se ejercita en el marco de lo que se ha llamado “las misiones entre infieles”, que ocupa un lugar preeminente en la historia de todas vuestras provincias hasta nuestros días, y “las misiones populares”.
Refiriéndome a estas últimas, nos  dicen las crónicas, que estaban constituidas por grupos de 6 o 7 predicadores que recorrían los pueblos evangelizando a los fieles, aunque en ocasiones los misioneros alcanzaron un número superior, hasta 40 y más. Para hacer más duraderos los frutos de la misión, los capuchinos introdujeron en los pueblos donde habían predicado la misión popular  la práctica de la oración mental, la celebración de las Cuarenta Horas, el Via Crucis, los Montes de Piedad, etc.
En España, las misiones populares tenían un carácter del todo particular: las daban grupos de dos o tres misioneros y el aspecto mariano era particularmente puesto de relieve, sobre todo,  con el canto del rosario de la aurora.
Es en este ambiente donde nace la advocación de  María, Madre del Buen Pastor”. Por eso es una advocación con marcado sentido mariano, misionero y popular. Nace efectivamente como un ‘icono’ del pueblo  para llevar a los hombres por medio de la bondad maternal de María al  redil de Cristo, el único y Buen Pastor. El Venerable Fray Isidoro de Sevilla, escribe Fray Jerónimo de Cabra, “para mayor gloria de la Santísima Virgen y para provecho de  sus misiones, y también para la salvación de las almas, bajo consejo o inspiración celestial (como se cree piadosamente), propuso que la misma gloriosísima Madre de Dios fuese venerada por el mundo bajo el mencionado nombre, título y gesto, y se la escogió como Patrona de sus Misiones… A Isidoro lo siguieron muchísimos otros misioneros de ésta y de otras Provincias de la familia Capuchina… Se fabrican innumerables imágenes de la misma dulcísima Pastora, se erigen altares, capillas, iglesias… y lo que es más, todos pueden constatar los innumerables milagros que operaba el Señor a la invocación de su beatísima Madre bajo el mencionado nombre y título de dulcísima Pastora de las almas” (Analecta Ordinis, 1887, pp. 325-326).
            No cabe duda que este sentido misionero de la advocación “María, Madre del Buen Pastor” constituye un valor también para nosotros y para nuestra misión en nuestro tiempo. María sigue siendo hoy lo que decía León XIII en su ya famoso slogan “ad Iesum per Mariam : un camino seguro para ir y llevar los hombres  a Jesús.
Por otra parte, estamos en un tiempo en que la evangelización se hace más necesaria y urgente que nunca y los hermanos menores nos tenemos que sentir llamados a “ir por el mundo”(Rnb 14), de creyentes o no creyentes (Rnb 16) ”para que, como nos decía el Padre san Francisco,  de palabra y de obra déis testimonio de su voz y hagáis saber a todos que no hay otro omnipotente sino él (Carta a la Orden,9).
¿Cómo hacerlo? ¿ De qué forma? Toca a cada región buscar e implantar las formas de apostolado  más adecuadas a las necesidades y a la cultura actual de nuestro pueblo .
¡Ojalá, queridos hermanos, una nueva estructuración de las antiguas misiones populares y de toda la pastoral  nos devuelva al pueblo! Por desgracia, todavía pueden demasiado entre nosotros la separación, el alejamiento, el clericalismo,  la seguridad económica,  los puestos y actividades fijas ... que nos han alejado demasiado de él.
Sabemos que el pueblo de hoy no es el del tiempo cuando nació la advocación de “Maria, Madre del Buen Pastor”. Hoy  todo es mucho más complejo y complicado. Y no obstante, por “nuestra peculiar cercanía al pueblo”, como dicen nuestras Constituciones ( Const. 4,4),  nuestro puesto está ahí entre la gente más pobre e indefensa viviendo y trabajando con un estilo sencillo y fraterno de hermanos menores.
¡Que la celebración del 3er. Centenario de la advocación de la Divina Pastora haga renacer este nuestro carisma en la península ibérica, en la nueva Europa y en todo el mundo!

Fr.John Corriveau
                                                                                                            Ministro General.
Roma 7  de octubre, Nuestra Señora del Rosario,  del 2003.

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