La Iglesia y la Roca

Lo más grande que nos puede ocurrir en la vida

Lo más grande que nos puede ocurrir en la vida es el habernos encontrado con Jesucristo y habernos enamorado de él. En realidad encontrarse y enamorarse es todo uno, porque, de hecho, no hay un encuentro si no hay un amor que nos coge del todo: el cuerpo, el corazón, el alma…
Los obispos de América Latina y Caribe, reunidos en Aparecida (mayo 2007), escribieron en el “Documento de Aparecida”: “Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestras palabras y obras es nuestro gozo” (n. 29).

La segunda cosa más grande que nos puede ocurrir en la vida es haber encontrado a la Iglesia. Puede ocurrir que uno vaya todos los domingos al templo y no haya encontrado todavía a la Iglesia. ¿Qué es haber encontrado a la Iglesia? Lo que se dijo en las líneas anteriores: haberse enamorado de la Iglesia.
A lo mejor habría que arrancar de una pregunta primera:
- ¿Qué es la Iglesia?
- Pues ¿qué va a ser la Iglesia, sino el Papa y los Obispos y los Cristianos…, todos juntos?
- Sí y no, y más no que sí. La Iglesia de Dios Padre es la Iglesia de su Hijo amado. Sin la presencia inmediata del Hijo amado, de Jesús de Nazaret, la Iglesia sería nada y nadie.
De modo que la Iglesia es la presencia de Jesús, por el Espíritu Santo, en el papa, en los obispos, en los pobres, en los pecadores, en los despreciados y aplastados, en los santos, en las almas purísimas… y hasta en los asesinos.


La Iglesia es la Roca de Jesús

En los Evangelios el pasaje principal, al menos el más citado, acerca de la Iglesia es aquella escena llamada “la confesión de Pedro” (Mateo 16,13-19). Jesús pregunta a sus discípulos quién dice la gente que es él; luego: “Pero vosotros ¿quién decís que soy yo?”. Entonces Simón (que a partir de ahora se llamará Pedro) “confiesa la fe”: le da a Jesús un título divino: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”.
Esto no lo sabe el discípulo por sí; se lo ha enseñado Dios, porque ¡Dios habita en nuestro corazón! Y Jesús le responde: “Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos”.
Esta escena ocurrió en vida de Jesús, y se escribió varios decenios después.
Nada obsta para que, al recordar las palabras de Jesús y comprenderlas con una profundidad nueva, se puedan ajustar detalles y palabras… Cuando estas cosas se escriben, ya Comunidad Cristiana, que llamamos “Iglesia” (o Asamblea sacra), ya lleva años de marcha, está organizada, jerarquizada…, y ya ha empezado el combate de los enemigos.
Jesús había predicado el Reino de Dios, Reino o “reinado” de Dios abierto al mundo entero, y ahora habla de la Iglesia, la Asamblea de los discípulos. Pero esta Iglesia, según las palabras del Señor, es la Iglesia del Reino. Sí, Iglesia del Reino y para el Reino. Llegará un momento, que solo Dios sabe, en que la Iglesia habrá pasado y sólo existirá el Reino, y, como dice san Pablo, “Dios será todo en todos” (1Corintios 15,28).

Esa es nuestra Iglesia

Nuestra Iglesia es, ni más ni menos, que la Iglesia de Jesús. Sería raquítico pensar: la Iglesia es el Vaticano. La Iglesia está en el Vaticano, pero no es el Vaticano. Porque el Vaticano puede perfectamente desaparecer, como un día desaparecieron los Estados Pontificios, y la Iglesia, de la que nos enamoramos, porque es la Esposa de Cristo, sigue igual… La Iglesia de enamorar nos la tiene que revelar Jesús, como el Padre reveló a Simón quién era Jesús.
Escribo desde México, desde una parroquia que se llama de la Parroquia de la Preciosa Sangre de Cristo. ¡Cuántos matrimonios a la buena de Dios…, bien lejos de papeles, que habría que arreglar…! Y de ponto una humilde mujer, que acaso justo tenga la primaria, te dice: Padre, ¿podría ayunar un día a la semana por la santidad de los sacerdotes?
Esa es la Iglesia viviente, vivísima, de Jesús, que te enamora.


Fr. Rufino María Grández

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