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    Los Capuchinos somos la rama más joven de los franciscanos, remontándonos a 1525…

LLAMADOS A HACER RESPLANDECER LA PALABRA DE VERDAD

Mensaje de Benedicto XVI para la Jornada Misionera Mundial

 "Llamados a hacer resplandecer la Palabra de verdad" 
(Carta apostólica Porta Fidei, n.6)



Queridos hermanos y hermanas,
La celebración de la Jornada Misionera Mundial de este año se carga de un significado especial. La celebración del 50 aniversario del Decreto conciliar Ad Gentes, la apertura del Año de la Fe y el Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización, contribuyen a reafirmar la voluntad de la Iglesiade empeñarse con mayor valor y celo en la missio ad gentes para que el Evangelio llegue hasta los extremos confines de la tierra.

El Concilio Ecuménico Vaticano II, con la participación de los obispos provenientes de cada ángulo de la tierra, fue un signo luminoso de la universalidad de la Iglesia, acogiendo, por primera vez, tan alto número de padres conciliares procedentes de Asia, África, América Latina y Oceanía. Obispos misioneros y obispos autóctonos, pastores de comunidades dispersas entre poblaciones no cristianas, que llevaban a la sede conciliar la imagen de una Iglesia presente en todos los continentes y que se hacían intérpretes de las complejas realidades del entonces llamado "Tercer Mundo". Enriquecidos por la experiencia derivada de ser pastores de Iglesias jóvenes y en vía de formación, animados por la pasión de la difusión del Reino de Dios, contribuyeron de manera relevante a reafirmar la necesidad y la urgencia de la evangelización ad gentes, y de esta manera llevar al centro de la eclesiología la naturaleza misionera de la Iglesia.

Eclesiología misionera
Hoy esta visión no ha disminuido, al contrario, ha experimentado una fructífera reflexión teológica y pastoral, y, al mismo tiempo, vuelve con renovada urgencia, ya que se ha expandido enormemente el número de aquellos que aún no conocen a Cristo: "Los hombres que esperan a Cristo son todavía un número inmenso", comentó el beato Juan Pablo II en su encíclica Redemptoris Missio sobre la validez del mandato misionero, y agregaba: "No podemos permanecer tranquilos, pensando en los millones de hermanos y hermanas, redimidos también por la Sangre de Cristo, que viven sin conocer del amor de Dios" (n. 86). Yo, también, en la proclamación del Año de la Fe, escribí que Cristo "ahora como entonces, nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra" (Carta Apostólica Porta Fidei, 7); proclamación, que, expresó también el siervo de Dios Pablo VI en su exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi, "no es para la Iglesia una aportación facultativa: es el deber que le incumbe, por mandato del Señor Jesús, para que los hombres crean y se salven. Sí, este mensaje es necesario. Es único. De ningún modo podría ser reemplazado" (n. 5). Necesitamos por tanto recuperar el mismo fervor apostólico de las primeras comunidades cristianas, que, pequeñas e indefensas, fueron capaces, a través de su anuncio y testimonio, de difundir el Evangelio en todo el mundo entonces conocido.

No sorprende, por tanto, que el Concilio Vaticano II y el posterior Magisterio de la Iglesia insistan de modo especial en el mandato misionero que Cristo confiaó a sus discípulos y que debe ser un compromiso de todo el Pueblo de Dios, obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, laicos. El cuidado de anunciar el Evangelio en todas las partes de la tierra pertenece principalmente a los obispos, principales responsables de la evangelización del mundo, ya sea como miembros del colegio episcopal, o como pastores de las iglesias particulares. Ellos, efectivamente, "han sido consagrados no sólo para una diócesis, sino para la salvación de todo el mundo" (Juan Pablo II, carta encíclica Redemptoris Missio, 63), "mensajeros de la fe, que llevan nuevos discípulos a Cristo" (Ad Gentes, 20) y hacen "visible el espíritu y el ardor misionero del Pueblo de Dios, de manera que toda la diócesis se hace misionera"(ibid., 38).

La prioridad de la evangelización
El mandato de predicar el Evangelio no se agota, por lo tanto, para un pastor, en la atención hacia la parte del Pueblo de Dios confiada a su cuidado pastoral, ni en el envío de algún sacerdote, laico o laica fidei donum. Este debe implicar toda la actividad de la Iglesia particular, todos sus sectores, en breve, todo su ser y su actuar. El Concilio Vaticano II lo indicó con claridad y el Magisterio posterior lo confirmó con fuerza. Esto exige adecuar constantemente estilos de vida, planes pastorales y organización diocesana a esta dimensión fundamental de ser Iglesia, especialmente en nuestro mundo en continuo cambio. Y esto vale también para los Institutos de Vida Consagrada e las Sociedades de Vida Apostólica, como también para los Movimientos eclesiales: todos los componentes del grande mosaico de la Iglesia deben sentirse fuertemente interpelados por el mandato del Señor de predicar el Evangelio, para que Cristo sea anunciado en todas partes. Nosotros los pastores, los religiosos, las religiosas y todos los fieles en Cristo, debemos seguir las huellas del apóstol Pablo, quien, "prisionero de Cristo por los paganos" (Ef. 3, 1), trabajó, sufrió y luchó para llevar el Evangelio en medio de los paganos (cfr Ef 1,24-29) sin ahorrar energías, tiempo y medios para dar a conocer el Mensaje de Cristo.

Incluso hoy, la misión ad gentes debe ser el horizonte constante y el paradigma de toda actividad eclesial, porque la misma identidad de la Iglesia está constituida por la fe en el Misterio de Dios, que se ha revelado en Cristo para traernos la salvación, y por la misión de testimoniarlo y anunciarlo al mundo, hasta su retorno. Como san Pablo, debemos estar atentos a los lejanos, aquellos que no conocen todavía a Cristo y no han experimentado la paternidad de Dios, con la conciencia de que "la cooperación misionera se debe ampliar hoy a nuevas formas incluyendo no sólo la ayuda económica, sino también la participación directa en la evangelización" (Juan Pablo II, carta encíclica Redemptoris Missio, 82). La celebración del Año de la Fe y del Sínodo de los Obispos sobre la nueva evangelización serán ocasiones propicias para un relanzamiento de la cooperación misionera, sobre todo en esta segunda dimensión.

Fe y anuncio
El afán de anunciar a Cristo nos impulsa también a leer la historia para discernir en ella los problemas, aspiraciones y esperanzas de la humanidad, que Cristo debe sanar, purificar y llenar de su presencia. Su Mensaje, en efecto, es siempre actual, entra en el corazón mismo de la historia y es capaz de dar respuesta a las inquietudes más profundas de cada hombre. Por esto la Iglesia, en todos sus integrantes, debe ser consciente que "los inmensos horizontes de la misión eclesial, la complejidad de la situación presente exigen hoy modos renovados para poder comunicar eficazmente la Palabra de Dios" (Benedicto XVI, exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini, 97). Esto exige, sobre todo, una renovada adhesión de fe personal y comunitaria al Evangelio de Jesucristo, "en un momento de cambio profundo como el que la humanidad está viviendo" (Carta Apostólica Porta fidei 8).

Uno de los obstáculos al impulso de la evangelización, de hecho, es la crisis de fe, no sólo del mundo occidental, sino de gran parte de la humanidad, que sin embargo tiene hambre y sed de Dios y debe ser invitada y conducida al pan de vida y al agua viva, como la samaritana que va al pozo de Jacob y conversa con Cristo. Como cuenta el evangelista Juan, la peripecia de esta mujer es particularmente significativa (Cf. Jn. 4,1-30): encuentra a Jesús que le pide de beber, luego le habla de una agua nueva, capaz de saciar la sed para siempre. La mujer al principio no comprende, se queda en el nivel material, pero lentamente es conducida por el Señor a realizar un camino de fe que la lleva a reconocerlo como el Mesías. Y a este respecto san Agustín afirma: “tras haber acogido en el corazón a Cristo Señor, ¿qué otra cosa habría podido hacer [esta mujer] si no abandonar el ánfora y correr a anunciar la buena noticia?” (Homilía 15,30). El encuentro con Cristo como Persona viva que colma la sed del corazón no puede sino llevar al deseo de compartir con otros la alegría de esta presencia y hacerlo conocer para que todos la puedan experimentar.

Es necesario renovar el entusiasmo de comunicar la fe para promover una nueva evangelización de las comunidades y de los países de antigua tradición cristiana, que están perdiendo la referencia a Dios, de forma que se pueda redescubrir la alegría de creer. La preocupación de evangelizar no debe quedar nunca al margen de la actividad eclesial y de la vida personal del cristiano, sino caracterizarla fuertemente, en la conciencia de ser destinatarios y, al mismo tiempo, misioneros del Evangelio. El punto central del anuncio sigue siendo el mismo: el Kerigma del Cristo muerto y resucitado para la salvación del mundo, el Kerigma del amor de Dios absoluto y total para cada hombre y para cada mujer, culminado en el envío del Hijo eterno y unigénito, el Señor Jesús, el cual no desdeñó asumir la pobreza de nuestra naturaleza humana, amándola y rescatándola, por medio de la oferta de sí en la cruz, del pecado y de la muerte.

La fe en Dios, en este designio de amor realizado en Cristo, es ante todo un don y un misterio que hay que acoger en el corazón y en la vida y del que hay que dar gracias siempre al Señor. Pero la fe es un don que nos ha sido dado para que sea compartido; es un talento recibido para que dé fruto; es una luz que no debe quedar escondida, sino iluminar toda la casa. Es el don más importante que se nos ha hecho en nuestra existencia y que no podemos retener para nosotros mismos.

El anuncio se hace caridad
¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!, decía el apóstol Pablo (1 Cor. 9:16). Esta palabra resuena con fuerza para cada cristiano y para cada comunidad cristiana en todos los continentes. También para las Iglesias en los territorios de misión, Iglesias en su mayoría jóvenes, a menudo de reciente fundación, el ser misioneras se ha convertido en una dimensión connatural, incluso si ellas mismas aún necesitan misioneros. Muchos sacerdotes, religiosos y religiosas, de todas partes del mundo, numerosos laicos y hasta familias enteras dejan los propios países, sus comunidades locales y se van a otras Iglesias para testimoniar y anunciar el Nombre de Cristo, en el cual la humanidad encuentra la salvación. Es una expresión de profunda comunión, compartir y caridad entre las Iglesias, para que todo hombre pueda escuchar o volver a escuchar el anuncio que resana y acercarse a los Sacramentos, fuente de la verdadera vida.

Junto a este gran signo de fe que se transforma en caridad, recuerdo y agradezco a las Obras Misionales Pontificias, instrumento para la cooperación en la misión universal de la Iglesia en el mundo. Por medio de sus acciones el anuncio del Evangelio se hace también intervención en ayuda del prójimo, justicia hacia los más pobres, posibilidad de educación en las más perdidas aldeas, asistencia médica en lugares remotos, emancipación de la miseria, rehabilitación de quien está marginado, apoyo al desarrollo de los pueblos, superación de las divisiones étnicas, respeto a la vida en cada una de sus etapas.

Queridos hermanos y hermanas, invoco sobre la obra de la evangelización ad gentes, y en particular sobre sus agentes, la efusión del Espíritu Santo, para que la gracia de Dios la haga caminar más decididamente en la historia del mundo. Con el beato John Henry Newman querría orar: "Acompaña, oh Señor, a tus misioneros en las tierras por evangelizar, pon las palabras justas en sus labios, haz fructífera su fatiga". Que la Virgen María, Madre de la Iglesia y Estrella de la evangelización, acompañe a todos los misioneros del Evangelio.

Vaticano, 6 Enero 2012, Solemnidad de la Epifanía del Señor

Benedictus PP. XVI

Fiestas patronales a Nuestra Señora de La Salud

La Piedad, Michoacán.- Desde el viernes 27 de enero y hasta el domingo 5 de febrero, se llevaran a cabo las fiestas patronales en honor a la Virgen de la Salud, así lo dio a conocer Julio Arreola López, Rector de la iglesia "Nuestra Señora de la Salud" de la colonia Vasco de Quiroga de esta localidad.

El padre explicó que diariamente a partir del viernes 27 y hasta el viernes 3 de febrero se efectuaran peregrinaciones organizadas por los barrios vecinales de esta colonia terminando con una misa a las 7:00 P.M.

Para el domingo 29 de enero se realizará la coronación de la reina de las fiestas patronales, elegida entre 9 niñas con edades de 4 a 6 años, a las 8:00 P.M. habrá una eliminatoria de aficionados al canto.

Para el 4 de febrero a las 12:00 P.M. se tendrá una misa especial para todos los enfermos y la consagración a la virgen de la salud, también se celebrará una peregrinación masiva con banda de música y la final de aficionados al canto.

El domingo iniciaran los festejos a la 6:00 horas con las mañanitas a la virgen, posteriormente de 9:00 a 11:00 horas habrá misas de primeras comuniones y se tendrá una misa solemne concelebrada, presidida por el obispo Juan Espinoza a la 1:00 P.M.

Dentro del festival cultural agendado para el domingo 5 a las 6:00 P.M., participarán la batucada del grupo "Sonora Católica" de Guadalajara, el grupo de ballet folclórico "Kutzi", una danza de los hermanos capuchinos y el ganador del concurso de canto.

Para finalizar esta jornada de fiestas patronales, el padre invita a la población el domingo a participar en una kermes familiar y a presenciar la tradicional quema de castillo con lo que se pone fin a este evento eclesiástico.

Un llamado, una vocación. ¡Un compromiso!


Paz y Bien

Un llamado…

Una Vocación…

Un compromiso…

Hoy estamos celebrando con gran alegría la fiesta de la Conversión de San Pablo, el Apóstol de los Gentiles por gracia de Dios. Es una celebración que ha de ponernos a punto. Es decir debe conducirnos a descubrir la obra maravillosa que Dios hace en un corazón dispuesto a amarle y servirle sin límites. Por lo tanto, no hemos de conformarnos con conocer, hablar, narrar la gloria de los santos, cuánto de imitarlos para poder dejarle al igual que ellos, vía libre al Espíritu de Dios para que vaya haciendo de cada uno de nosotros instrumentos de paz y amor.

Saulo o Saúl (10-67), conocido más tarde como Pablo, nació en Tarso (Asia Menor) de familia hebrea. Ciudadano Romano por su nacimiento en una ciudad libre. Fue educado ya desde su juventud por el sabio rabino Gamaliel en las doctrinas fariseas. Encarnizado enemigo de la naciente Iglesia e implicado en la muerte de Esteban, el primer mártir cristiano, su vida cambió bruscamente por su encuentro en el camino de Damasco con el Señor Resucitado. Jesús le manifestó la verdad de la fe cristiana y le dio a conocer su misión especial de apóstol de los gentiles (Cfr Hch 9).

Estamos hacia el año 36 y es desde este momento, cuando Pablo dedica toda su vida al servicio de Cristo. Estuvo tres años en el desierto de Arabia, luego regresa a  Damasco, sube a Jerusalén hacia el año 39, para retirarse posteriormente a Siria-Cilicia. Da comienzo a su predicación en Antioquía, para emprender inmediatamente su primer viaje apostólico, estamos más ó menos entre los años 45-49: anunció la buena nueva del en Chipre, Panfilia, Pisidia y Licaonia.

En el año 49 participa e el concilio apostólico de Jerusalén, en el que es reconocida su gran misión como apóstol de los gentiles. Hacia los años 50-52 continúa con su segundo viaje apostólico y entre el 53-54 el tercero.

El año 58 es detenido en Jerusalén y mantenido en prisión en Cesarea de Palestina hasta el año 60. En el otoño de este año, el procurador Festo lo envía con escolta  a Roma, donde Pablo permanece dos años (61-63). Llevado a cabo su proceso queda libre. Es probable que en esta situación se haya dirigido a España, según lo aducen (Rom 15,24), y a otras regiones de Oriente.

Finalmente hacia el año 67 es tomado prisionero nuevamente en Roma donde se encuentra con la palma del martirio.

La importancia del “Apóstol de los gentiles”, Pablo de Tarso, llevó a la conciencia cristiana a fijarse en los tres relatos de su conversión que aparecen en los Hechos de los Apóstoles (Hch 9,1-30 ; 22,3-21; 26,9-30).

Así pues, hoy la Liturgia celebra a aquel que de perseguidor se convirtió en “instrumento elegido” y “propagador de tu gloria”. “El antiguo perseguidor predicaba ahora la fe que antes intentaba destruir”  (Gál 1,14). La experiencia de la conversión de Pablo explica toda su vida y actividad. “Para mí la vida es Cristo y una ganancia el morir” (Flp 1,21). “Vivo de la fe en el Hijo de Dios” (Gál 2,20). “Sé de quién me he fiado” (2 Tim 1,2). Nos explica también por qué hizo de su vida el “servicio de todas las iglesias” y por qué “predicar el evangelio no fue para Pablo un orgullo sino un deber” (1 Cor 9,16).

Celebrar la fiesta del apóstol de los gentiles es reconocer la inmensa obra de Dios que “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Porque Dios es único, como único es también el mediador entre Dios y los hombres: un hombre, Jesucristo, que se entregó a sí mismo para redimir a todos” (1 Tim 2,4-6). Este deseo se hace concreto dentro del marco de la oración por la unidad de los cristianos que concluimos hoy.

Viéndonos pues a nosotros mismos y dando gracias al Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo nos alegramos por el ejemplo tan grande y profundo que nos da a través de San Pablo, y le pedimos que también nosotros seamos capaces de dejarnos encontrar con Él y hacer del proyecto del Reino de Dios, un proyecto comprometido con nuestra vida.

Paz y Bien

Fray Pablo capuchino misionero.

Mensaje del papa para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales

Palabra y Silencio

Queridos hermanos y hermanas
Al acercarse la Jornada Mundial de las Comunicaciones sociales de 2012, deseo compartir con vosotros algunas reflexiones sobre un aspecto del proceso humano de la comunicación que, siendo muy importante, a veces se olvida y hoy es particularmente necesario recordar. Se trata de la relación entre el silencio y la palabra: dos momentos de la comunicación que deben equilibrarse, alternarse e integrarse para obtener un auténtico diálogo y una profunda cercanía entre las personas. Cuando palabra y silencio se excluyen mutuamente, la comunicación se deteriora, ya sea porque provoca un cierto aturdimiento o porque, por el contrario, crea un clima de frialdad; sin embargo, cuando se integran recíprocamente, la comunicación adquiere valor y significado.

El silencio es parte integrante de la comunicación y sin él no existen palabras con densidad de contenido. En el silencio escuchamos y nos conocemos mejor a nosotros mismos; nace y se profundiza el pensamiento, comprendemos con mayor claridad lo que queremos decir o lo que esperamos del otro; elegimos cómo expresarnos. Callando se permite hablar a la persona que tenemos delante, expresarse a sí misma; y a nosotros no permanecer aferrados sólo a nuestras palabras o ideas, sin una oportuna ponderación. Se abre así un espacio de escucha recíproca y se hace posible una relación humana más plena. En el silencio, por ejemplo, se acogen los momentos más auténticos de la comunicación entre los que se aman: la gestualidad, la expresión del rostro, el cuerpo como signos que manifiestan la persona. En el silencio hablan la alegría, las preocupaciones, el sufrimiento, que precisamente en él encuentran una forma de expresión particularmente intensa. Del silencio, por tanto, brota una comunicación más exigente todavía, que evoca la sensibilidad y la capacidad de escucha que a menudo desvela la medida y la naturaleza de las relaciones. Allí donde los mensajes y la información son abundantes, el silencio se hace esencial para discernir lo que es importante de lo que es inútil y superficial. Una profunda reflexión nos ayuda a descubrir la relación existente entre situaciones que a primera vista parecen desconectadas entre sí, a valorar y analizar los mensajes; esto hace que se puedan compartir opiniones sopesadas y pertinentes, originando un auténtico conocimiento compartido. Por esto, es necesario crear un ambiente propicio, casi una especie de "ecosistema" que sepa equilibrar silencio, palabra, imágenes y sonidos.

Gran parte de la dinámica actual de la comunicación está orientada por preguntas en busca de respuestas. Los motores de búsqueda y las redes sociales son el punto de partida en la comunicación para muchas personas que buscan consejos, sugerencias, informaciones y respuestas. En nuestros días, la Red se está transformando cada vez más en el lugar de las preguntas y de las respuestas; más aún, a menudo el hombre contemporáneo es bombardeado por respuestas a interrogantes que nunca se ha planteado, y a necesidades que no siente. El silencio es precioso para favorecer el necesario discernimiento entre los numerosos estímulos y respuestas que recibimos, para reconocer e identificar asimismo las preguntas verdaderamente importantes. Sin embargo, en el complejo y variado mundo de la comunicación emerge la preocupación de muchos hacia las preguntas últimas de la existencia humana: ¿quién soy yo?, ¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer?, ¿qué puedo esperar? Es importante acoger a las personas que se formulan estas preguntas, abriendo la posibilidad de un diálogo profundo, hecho de palabras, de intercambio, pero también de una invitación a la reflexión y al silencio que, a veces, puede ser más elocuente que una respuesta apresurada y que permite a quien se interroga entrar en lo más recóndito de sí mismo y abrirse al camino de respuesta que Dios ha escrito en el corazón humano.

En realidad, este incesante flujo de preguntas manifiesta la inquietud del ser humano siempre en búsqueda de verdades, pequeñas o grandes, que den sentido y esperanza a la existencia. El hombre no puede quedar satisfecho con un sencillo y tolerante intercambio de opiniones escépticas y de experiencias de vida: todos buscamos la verdad y compartimos este profundo anhelo, sobre todo en nuestro tiempo en el que "cuando se intercambian informaciones, las personas se comparten a sí mismas, su visión del mundo, sus esperanzas, sus ideales" (Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de 2011).

Hay que considerar con interés los diversos sitios, aplicaciones y redes sociales que pueden ayudar al hombre de hoy a vivir momentos de reflexión y de auténtica interrogación, pero también a encontrar espacios de silencio, ocasiones de oración, meditación y de compartir la Palabra de Dios. En la esencialidad de breves mensajes, a menudo no más extensos que un versículo bíblico, se pueden formular pensamientos profundos, si cada uno no descuida el cultivo de su propia interioridad. No sorprende que en las distintas tradiciones religiosas, la soledad y el silencio sean espacios privilegiados para ayudar a las personas a reencontrarse consigo mismas y con la Verdad que da sentido a todas las cosas. El Dios de la revelación bíblica habla también sin palabras: "Como pone de manifiesto la cruz de Cristo, Dios habla por medio de su silencio. El silencio de Dios, la experiencia de la lejanía del Omnipotente y Padre, es una etapa decisiva en el camino terreno del Hijo de Dios, Palabra encarnada… El silencio de Dios prolonga sus palabras precedentes. En esos momentos de oscuridad, habla en el misterio de su silencio" (Exhort. ap. Verbum Domini, 21). En el silencio de la cruz habla la elocuencia del amor de Dios vivido hasta el don supremo. Después de la muerte de Cristo, la tierra permanece en silencio y en el Sábado Santo, cuando "el Rey está durmiendo y el Dios hecho hombre despierta a los que dormían desde hace siglos" (cf. Oficio de Lecturas del Sábado Santo), resuena la voz de Dios colmada de amor por la humanidad.

Si Dios habla al hombre también en el silencio, el hombre igualmente descubre en el silencio la posibilidad de hablar con Dios y de Dios. "Necesitamos el silencio que se transforma en contemplación, que nos hace entrar en el silencio de Dios y así nos permite llegar al punto donde nace la Palabra, la Palabra redentora" (Homilía durante la misa con los miembros de la Comisión Teológica Internacional, 6 de octubre 2006). Al hablar de la grandeza de Dios, nuestro lenguaje resulta siempre inadecuado y así se abre el espacio para la contemplación silenciosa. De esta contemplación nace con toda su fuerza interior la urgencia de la misión, la necesidad imperiosa de "comunicar aquello que hemos visto y oído", para que todos estemos en comunión con Dios (cf. 1 Jn 1,3). La contemplación silenciosa nos sumerge en la fuente del Amor, que nos conduce hacia nuestro prójimo, para sentir su dolor y ofrecer la luz de Cristo, su Mensaje de vida, su don de amor total que salva.

En la contemplación silenciosa emerge asimismo, todavía más fuerte, aquella Palabra eterna por medio de la cual se hizo el mundo, y se percibe aquel designio de salvación que Dios realiza a través de palabras y gestos en toda la historia de la humanidad. Como recuerda el Concilio Vaticano II, la Revelación divina se lleva a cabo con "hechos y palabras intrínsecamente conectados entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas" (Dei Verbum, 2). Y este plan de salvación culmina en la persona de Jesús de Nazaret, mediador y plenitud de toda la Revelación. Él nos hizo conocer el verdadero Rostro de Dios Padre y con su Cruz y Resurrección nos hizo pasar de la esclavitud del pecado y de la muerte a la libertad de los hijos de Dios. La pregunta fundamental sobre el sentido del hombre encuentra en el Misterio de Cristo la respuesta capaz de dar paz a la inquietud del corazón humano. Es de este Misterio de donde nace la misión de la Iglesia, y es este Misterio el que impulsa a los cristianos a ser mensajeros de esperanza y de salvación, testigos de aquel amor que promueve la dignidad del hombre y que construye la justicia y la paz.

Palabra y silencio. Aprender a comunicar quiere decir aprender a escuchar, a contemplar, además de hablar, y esto es especialmente importante para los agentes de la evangelización: silencio y palabra son elementos esenciales e integrantes de la acción comunicativa de la Iglesia, para un renovado anuncio de Cristo en el mundo contemporáneo. A María, cuyo silencio "escucha y hace florecer la Palabra" (Oración para el ágora de los jóvenes italianos en Loreto, 1-2 de septiembre 2007), confío toda la obra de evangelización que la Iglesia realiza a través de los medios de comunicación social.

Vaticano, 24 de enero 2012, Fiesta de San Francisco de Sales

Bendecid al Señor

Santa Inés Viregen y Martir. Patrona de Adolescentes, Jóvenes y de la Castida




Santa Inés

Virgen y Mártir

Adolescente de 12 años, de nombre Inés que significa Agnes=casta, pura.

Entregó su vida pro Cristo en roma, hacia el 350 ó 354. El testimonio principal y más antiguo de su muerte y de culto es la Depositio Martyrum, de 354. Su celebración y su nombre aparecieron pronto en el canon de la misa romana, y su fiesta se celebró en distintas fechas tanto en Oriente  como en Occidente .

Padres de la Iglesia como San Ambrosio, San Agustín, San Jerónimo, San Dámaso, papa  entre otros, con sus testimonios hacen de ella una de las mártires más célebres y universales de la Iglesia.

La exaltación lírica y estremecedora de su martirio contrasta con la serenidad y decisión con que la adolescente se dirigió a él. Prefirió la muerte antes que a cualquier tipo de violación a su integridad y virginidad. Fue muerta a espada que le atravesó el pecho. Así de terrible y así de sencilla.

Por lo tanto, destaca su martirio, por una parte, la crueldad que no se detuvo ni ante una edad tan tierna; pero por otra, la fortaleza que infunde la fe, capaz de dar testimonio de la persona de una jovencita.

Con razón los testimonios señalan en su martirio la victoria sobre la muerte por el amor al autor de la vida. ¿Es que en aquel cuerpo tan pequeño cabía herida alguna? Y, con todo, aunque en ella no encontraba la espada donde descargar su golpe, fue ella capaz de vencer a la espada. Impávida entre las sangrientas manos del verdugo, inalterable al ser arrastrada por pesadas y chirriantes cadenas, ofrece todo su cuerpo a la espada del enfurecido soldado, ignorante aún de lo que es la muerte, pero dispuesta a sufrirla; al ser arrastrada por la fuerza al altar idolátrico, entre las llamas tendía hacia Cristo sus manos, y así, en medio de la sacrílega hoguera, significaba esta posición el estandarte triunfal de la victoria del Señor; intentaban aherrojar su cuello y sus manos con grilletes de hierro, pero sus miembros resultaban demasiado pequeños para quedar encerrados en ellos.

Inés estaba madura para el martirio, aunque no lo estuviera para las bodas. Su martirio ha significado las bodas de sangre con el Cordero Inmaculado sin mancha ni arruga quien le ha llamado al Tálamo Nupcial de las bodas eternas, por eso “Mi Señor Jesucristo ha puesto en mi dedo el anillo nupcial. A él sólo  guardo fidelidad”.

“Sería una injuria para mi Esposo esperar a ver si me gusta otro; él me ha elegido primero, él me tendrá. ¿A qué esperas, verdugo, para asestar el golpe? Perezca el cuero que puede ser amado con unos ojos a los que yo no quiero.”  (Oficio de Lecturas de Santa Inés).

La vocación ha de ser siempre una alabanza eterna a Dios por haberla recibido, pero unidos a Jesucristo en la Cruz, ha de ser también en constante martirio por la salvación de las almas y la conversión de los pecadores. Que todos podamos hacer de nuestro cuerpo un verdadero tempo del Espíritu santo y que vivamos de acuerdo a la vocación a la que hemos sido llamados.
Recopido y escrito por :
Fray Pablo

I Capítulo Viceprovincial de México y Texas


Paz y Bien, hoy ha finalizado el Capítulo Viceprovincial de los Hermanos Menores Capuchinos México-Texas El nuevo gobierno queda de la siguiente manera: Fr. Eusebio Hernández, viceprovincial; Óscar Guerendiaín (1er. Consejero), Constantino Alonso (2do. Consejero), Domingo Romero (3er. Consejero) y Julio Arreola (4to. Consejero). Agradecemos su oración en este gran momento y nos seguimos encomendando a ustedes para vivir cada día fielmente nuestra vocación de franciscanos.

Nos has hecho, Señor, para Ti

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