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    Los Capuchinos somos la rama más joven de los franciscanos, remontándonos a 1525…

Sobre el ayuno

Lectura del Libro de Isaías. Is 58, 9-14

Así habla el Señor: Éste es el ayuno que yo amo: Si eliminas de ti todos los yugos, el gesto amenazador y la palabra maligna; si ofreces tu pan al hambriento y sacias al que vive en la penuria, tu luz se alzará en las tinieblas y tu oscuridad será como el mediodía. El Señor te guiará incesantemente, te saciará en los ardores del desierto y llenará tus huesos de vigor; tú serás como un jardín bien regado, como una vertiente de agua, cuyas aguas nunca se agotan. Reconstruirás las ruinas antiguas, restaurarás los cimientos seculares, y te llamarán “Reparador de brechas”, “Restaurador de moradas en ruinas”. Si dejas de pisotear el sábado, de hacer tus negocios en mi día santo; si llamas al sábado “Delicioso” y al día santo del Señor “Honorable”; si lo honras absteniéndote de traficar, de entregarte a tus negocios y de hablar ociosamente, entonces te deleitarás en el Señor; yo te haré cabalgar sobre las alturas del país y te alimentaré con la herencia de tu padre Jacob, porque ha hablado la boca del Señor.

Palabra de Dios.

Tú, cuando Ayunes

50 AÑOS del VATICANO II



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Mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma 2012


«Fijémonos los unos en los otros 
para estímulo de la caridad y las buenas obras»
(Hb 10, 24)

Queridos hermanos y hermanas:
La Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad. En efecto, este es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario. Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual.

Este año deseo proponer algunas reflexiones a la luz de un breve texto bíblico tomado de la Carta a los Hebreos: «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras» (10,24). Esta frase forma parte de una perícopa en la que el escritor sagrado exhorta a confiar en Jesucristo como sumo sacerdote, que nos obtuvo el perdón y el acceso a Dios. El fruto de acoger a Cristo es una vida que se despliega según las tres virtudes teologales: se trata de acercarse al Señor «con corazón sincero y llenos de fe» (v. 22), de mantenernos firmes «en la esperanza que profesamos» (v. 23), con una atención constante para realizar junto con los hermanos «la caridad y las buenas obras» (v. 24). Asimismo, se afirma que para sostener esta conducta evangélica es importante participar en los encuentros litúrgicos y de oración de la comunidad, mirando a la meta escatológica: la comunión plena en Dios (v. 25). Me detengo en el versículo 24, que, en pocas palabras, ofrece una enseñanza valiosa y siempre actual sobre tres aspectos de la vida cristiana: la atención al otro, la reciprocidad y la santidad personal.

1. "Fijémonos": la responsabilidad para con el hermano.
El primer elemento es la invitación a «fijarse»: el verbo griego usado es katanoein, que significa observar bien, estar atentos, mirar conscientemente, darse cuenta de una realidad. Lo encontramos en el Evangelio, cuando Jesús invita a los discípulos a «fijarse» en los pájaros del cielo, que no se afanan y son objeto de la solícita y atenta providencia divina (cf. Lc 12,24), y a «reparar» en la viga que hay en nuestro propio ojo antes de mirar la brizna en el ojo del hermano (cf. Lc 6,41). Lo encontramos también en otro pasaje de la misma Carta a los Hebreos, como invitación a «fijarse en Jesús» (cf. 3,1), el Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra fe. Por tanto, el verbo que abre nuestra exhortación invita a fijar la mirada en el otro, ante todo en Jesús, y a estar atentos los unos a los otros, a no mostrarse ajenos, indiferentes a la suerte de los hermanos. Sin embargo, con frecuencia prevalece la actitud contraria: la indiferencia o el desinterés, que nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto por la «esfera privada». También hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro. Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos «guardianes» de nuestros hermanos (cf. Gn 4,9), que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado recíproco, por la atención al bien del otro y a todo su bien. El gran mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios: el hecho de ser hermanos en humanidad y, en muchos casos, también en la fe, debe llevarnos a ver en el otro a un verdadero alter ego, a quien el Señor ama infinitamente. Si cultivamos esta mirada de fraternidad, la solidaridad, la justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de nuestro corazón. El Siervo de Dios Pablo VI afirmaba que el mundo actual sufre especialmente de una falta de fraternidad: «El mundo está enfermo. Su mal está menos en la dilapidación de los recursos y en el acaparamiento por parte de algunos que en la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos» (Carta. Enc. Populorum progressio [26 de marzo de 1967], n. 66).

La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual. La cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal, por lo que es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es «bueno y hace el bien» (Sal 119,68). El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión. La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades. La Sagrada Escritura nos pone en guardia ante el peligro de tener el corazón endurecido por una especie de «anestesia espiritual» que nos deja ciegos ante los sufrimientos de los demás. El evangelista Lucas refiere dos parábolas de Jesús, en las cuales se indican dos ejemplos de esta situación que puede crearse en el corazón del hombre. En la parábola del buen Samaritano, el sacerdote y el levita «dieron un rodeo», con indiferencia, delante del hombre al cual los salteadores habían despojado y dado una paliza (cf. Lc 10,30-32), y en la del rico Epulón, ese hombre saturado de bienes no se percata de la condición del pobre Lázaro, que muere de hambre delante de su puerta (cf.Lc 16,19). En ambos casos se trata de lo contrario de «fijarse», de mirar con amor y compasión. ¿Qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano? Con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás. Nunca debemos ser incapaces de «tener misericordia» para con quien sufre; nuestras cosas y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre. En cambio, precisamente la humildad de corazón y la experiencia personal del sufrimiento pueden ser la fuente de un despertar interior a la compasión y a la empatía: «El justo reconoce los derechos del pobre, el malvado es incapaz de conocerlos» (Pr 29,7). Se comprende así la bienaventuranza de «los que lloran» (Mt 5,4), es decir, de quienes son capaces de salir de sí mismos para conmoverse por el dolor de los demás. El encuentro con el otro y el hecho de abrir el corazón a su necesidad son ocasión de salvación y de bienaventuranza.

El «fijarse» en el hermano comprende además la solicitud por su bien espiritual. Y aquí deseo recordar un aspecto de la vida cristiana que a mi parecer ha caído en el olvido: la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna. Hoy somos generalmente muy sensibles al aspecto del cuidado y la caridad en relación al bien físico y material de los demás, pero callamos casi por completo respecto a la responsabilidad espiritual para con los hermanos. No era así en la Iglesia de los primeros tiempos y en las comunidades verdaderamente maduras en la fe, en las que las personas no sólo se interesaban por la salud corporal del hermano, sino también por la de su alma, por su destino último. En la Sagrada Escritura leemos: «Reprende al sabio y te amará. Da consejos al sabio y se hará más sabio todavía; enseña al justo y crecerá su doctrina» (Pr 9,8ss). Cristo mismo nos manda reprender al hermano que está cometiendo un pecado (cf. Mt 18,15). El verbo usado para definir la corrección fraterna —elenchein— es el mismo que indica la misión profética, propia de los cristianos, que denuncian una generación que se entrega al mal (cf. Ef 5,11). La tradición de la Iglesia enumera entre las obras de misericordia espiritual la de «corregir al que se equivoca». Es importante recuperar esta dimensión de la caridad cristiana. Frente al mal no hay que callar. Pienso aquí en la actitud de aquellos cristianos que, por respeto humano o por simple comodidad, se adecúan a la mentalidad común, en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien. Sin embargo, lo que anima la reprensión cristiana nunca es un espíritu de condena o recriminación; lo que la mueve es siempre el amor y la misericordia, y brota de la verdadera solicitud por el bien del hermano. El apóstol Pablo afirma: «Si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado» (Ga 6,1). En nuestro mundo impregnado de individualismo, es necesario que se redescubra la importancia de la corrección fraterna, para caminar juntos hacia la santidad. Incluso «el justo cae siete veces» (Pr 24,16), dice la Escritura, y todos somos débiles y caemos (cf. 1 Jn 1,8). Por lo tanto, es un gran servicio ayudar y dejarse ayudar a leer con verdad dentro de uno mismo, para mejorar nuestra vida y caminar cada vez más rectamente por los caminos del Señor. Siempre es necesaria una mirada que ame y corrija, que conozca y reconozca, que discierna y perdone (cf. Lc 22,61), como ha hecho y hace Dios con cada uno de nosotros.

2. "Los unos en los otros": el don de la reciprocidad.
Este ser «guardianes» de los demás contrasta con una mentalidad que, al reducir la vida sólo a la dimensión terrena, no la considera en perspectiva escatológica y acepta cualquier decisión moral en nombre de la libertad individual. Una sociedad como la actual puede llegar a ser sorda, tanto ante los sufrimientos físicos, como ante las exigencias espirituales y morales de la vida. En la comunidad cristiana no debe ser así. El apóstol Pablo invita a buscar lo que «fomente la paz y la mutua edificación» (Rm 14,19), tratando de «agradar a su prójimo para el bien, buscando su edificación» (ib. 15,2), sin buscar el propio beneficio «sino el de la mayoría, para que se salven» (1 Co 10,33). Esta corrección y exhortación mutua, con espíritu de humildad y de caridad, debe formar parte de la vida de la comunidad cristiana.
Los discípulos del Señor, unidos a Cristo mediante la Eucaristía, viven en una comunión que los vincula los unos a los otros como miembros de un solo cuerpo. Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación. Aquí tocamos un elemento muy profundo de la comunión: nuestra existencia está relacionada con la de los demás, tanto en el bien como en el mal; tanto el pecado como las obras de caridad tienen también una dimensión social. En la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, se verifica esta reciprocidad: la comunidad no cesa de hacer penitencia y de invocar perdón por los pecados de sus hijos, pero al mismo tiempo se alegra, y continuamente se llena de júbilo por los testimonios de virtud y de caridad, que se multiplican. «Que todos los miembros se preocupen los unos de los otros» (1 Co 12,25), afirma san Pablo, porque formamos un solo cuerpo. La caridad para con los hermanos, una de cuyas expresiones es la limosna —una típica práctica cuaresmal junto con la oración y el ayuno—, radica en esta pertenencia común. Todo cristiano puede expresar en la preocupación concreta por los más pobres su participación del único cuerpo que es la Iglesia. La atención a los demás en la reciprocidad es también reconocer el bien que el Señor realiza en ellos y agradecer con ellos los prodigios de gracia que el Dios bueno y todopoderoso sigue realizando en sus hijos. Cuando un cristiano se percata de la acción del Espíritu Santo en el otro, no puede por menos que alegrarse y glorificar al Padre que está en los cielos (cf. Mt 5,16).
3. "Para estímulo de la caridad y las buenas obras": caminar juntos en la santidad.

Esta expresión de la Carta a los Hebreos (10, 24) nos lleva a considerar la llamada universal a la santidad, el camino constante en la vida espiritual, a aspirar a los carismas superiores y a una caridad cada vez más alta y fecunda (cf. 1 Co 12,31-13,13). La atención recíproca tiene como finalidad animarse mutuamente a un amor efectivo cada vez mayor, «como la luz del alba, que va en aumento hasta llegar a pleno día» (Pr 4,18), en espera de vivir el día sin ocaso en Dios. El tiempo que se nos ha dado en nuestra vida es precioso para descubrir y realizar buenas obras en el amor de Dios. Así la Iglesia misma crece y se desarrolla para llegar a la madurez de la plenitud de Cristo (cf. Ef 4,13). En esta perspectiva dinámica de crecimiento se sitúa nuestra exhortación a animarnos recíprocamente para alcanzar la plenitud del amor y de las buenas obras.
Lamentablemente, siempre está presente la tentación de la tibieza, de sofocar el Espíritu, de negarse a «comerciar con los talentos» que se nos ha dado para nuestro bien y el de los demás (cf. Mt 25,25ss). Todos hemos recibido riquezas espirituales o materiales útiles para el cumplimiento del plan divino, para el bien de la Iglesia y la salvación personal (cf. Lc12,21b; 1 Tm 6,18). Los maestros de espiritualidad recuerdan que, en la vida de fe, quien no avanza, retrocede. Queridos hermanos y hermanas, aceptemos la invitación, siempre actual, de aspirar a un «alto grado de la vida cristiana» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte [6 de enero de 2001], n. 31). Al reconocer y proclamar beatos y santos a algunos cristianos ejemplares, la sabiduría de la Iglesia tiene también por objeto suscitar el deseo de imitar sus virtudes. San Pablo exhorta: «Que cada cual estime a los otros más que a sí mismo» (Rm 12,10).

Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor, todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6,10). Esta llamada es especialmente intensa en el tiempo santo de preparación a la Pascua. Con mis mejores deseos de una santa y fecunda Cuaresma, os encomiendo a la intercesión de la Santísima Virgen María y de corazón imparto a todos la Bendición Apostólica.

Vaticano, 3 de noviembre de 2011

Fray Leopoldo de Alpandeire Capuchino

 
 
9 DE FEBRERO: EL TESTIMONIO DEL BEATO FRAY LEOPOLDO



“Caridad, humildad y devoción mariana son los rasgos distintivos de su santidad. Todos los testigos afirman que Fray Leopoldo tenía un corazón de oro. Desde su infancia se había mostrado generoso y caritativo. Era habitual en él compartir su merienda con otros pastorcillos más pobres. Un día distribuía a los pobres el dinero, ganado con tanta fatiga en los duros meses de la vendimia de Jerez. Al verlo, el hermano mayor lo reprochó y le quitó de un manotazo el monedero. No pudiendo ya repartir más dinero, el joven Francisco Tomás entregó sus botas al pobre siguiente con el que se encontró.
Su vida estuvo tejida de trabajo y de oración. De capuchino, trabajó como hortelano, portero, sacristán, limosnero y, si hacía falta, como enfermero para cuidar a los enfermos y a los ancianos del convento. Pero su verdadero apostolado fue el de limosnero de su convento. Como hermano limosnero, se cargaba con las alforjas a las espaldas, como Jesús con la cruz, y así caminaba pidiendo limosna. Se hacía pobre para mantener a sus hermanos.
Recibía de la gente buena la limosna material, devolviendo a cambio la caridad de su bondad, de su serenidad, de su consejo. Siguiendo el ejemplo de san Francisco, nunca fue un ladrón de limosnas. Pedía y recibía sólo por amor de Dios. Con frecuencia recibía insultos, apedreamientos y una vez estuvo a punto de que lo lincharan. Pero los niños y la gente sencilla lo acogían jubilosos, porque hablaba de la bondad de Jesús y les señalaba el camino del cielo” (Homilía Beatificación, Mons. Ángelo Amato, Prefecto de la Congregación de los Santos y Delegado Pontificio para la Beatificación).

Bakhita = Afortunada

Infancia
Bakhita, que significa "afortunada", es el nombre que se le puso cuando fue secuestrada, ya que por la fuerte impresión, nunca llegó a recordar su verdadero nombre. Josefina es el nombre que recibió en el bautismo.
No se conocen datos exactos sobre su vida, se dice que podría ser del pueblo de Olgossa en Darfur, y que 1869 podría ser el año de su nacimiento. Creció junto con sus padres, tres hermanos y dos hermanas, una de ellas su gemela.
La captura de su hermana por unos negreros que llegaron al pueblo de Olgossa, marcó mucho en el resto de la vida de Bakhita, tanto así que más adelante en su biografía escribiría: "Recuerdo cuánto lloró mamá y cuánto lloramos todos".
En su biografía Bakhita cuenta su propia experiencia al encontrarse con los buscadores de esclavos. "Cuando aproximadamente tenía nueve años, paseaba con una amiga por el campo y vimos de pronto aparecer a dos extranjeros, de los cuales uno le dijo a mi amiga: 'Deja a la niña pequeña ir al bosque a buscarme alguna fruta. Mientras, tú puedes continuar tu camino, te alcanzaremos dentro de poco'. El objetivo de ellos era capturarme, por lo que tenían que alejar a mi amiga para que no pudiera dar la alarma.
Sin sospechar nada obedecí, como siempre hacia. Cuando estaba en el bosque, me percate que las dos personas estaban detrás de mí, y fue cuando uno de ellos me agarró fuertemente y el otro sacó un cuchillo con el cual me amenazó diciéndome: 'Si gritas, morirás! Síguenos!'".
Los mismos secuestradores fueron quienes le pusieron Bakhita al ver su especial carisma.
En esclavitud
Luego de ser capturada, Bakhita fue llevada a la ciudad de El Obeid, donde fue vendida a cinco distintos amos en el mercado de esclavos.
Nunca consiguió escapar, a pesar de intentarlo varias veces. Con quien más sufrió de humillaciones y torturas fue con su cuarto amo, cuando tenía más o menos 13 años. Fue tatuada, le realizaron 114 incisiones y para evitar infecciones le colocaron sal durante un mes. "Sentía que iba a morir en cualquier momento, en especial cuando me colocaban la sal", cuenta en su biografía.
El comerciante italiano Calixto Leganini compró a Bakhita por quinta vez en 1882, y fue así que por primera vez Bakhita era tratada bien.
"Esta vez fui realmente afortunada - escribe Bakhita - porque el nuevo patrón era un hombre bueno y me gustaba. No fui maltratada ni humillada, algo que me parecía completamente irreal, pudiendo llegar incluso a sentirme en paz y tranquilidad".
En 1884 Leganini se vio en la obligación de dejar Jartum, tras la llegada de tropas Mahdis. Bakhita se negó a dejar a su amo, y consiguió viajar con él y su amigo Augusto Michieli, a Italia.
La esposa de Michieli los esperaba en Italia, y sabiendo la llegado de varios esclavos, exigió uno, dándosele a Bakhita. Con su nueva familia, Bakhita trabajo de niñera y amiga de Minnina, hija de los Michieli.
En 1888 cuando la familia Michieli compró un hotel en Suakin y se trasladaron para allá, Bakhita decidió quedarse en Italia.
La conversión a la religión
Bakhita y Minnina ingresaron al noviciado del Instituto de las Hermanas de la Caridad en Venecia, tras ser aconsejadas por las hermanas. Esta congregación fue fundada en 1808 con el nombre de Instituto de las Hermanas de la Caridad en Venecia, pero son más conocidas como Hermanas de Canossa.
Recién en el Instituto, Bakhita conoció al Dios de los cristianos y fue así como supo que "Dios había permanecido en su corazón" y le había dado fuerzas para poder soportar la esclavitud, "pero recién en ese momento sabía quién era". Recibió el bautismo, primera comunión y confirmación al mismo tiempo, el 9 de enero de 1890, por el Cardenal de Venecia. En este momento, tomó el nombre cristiano de Josefina Margarita Afortunada.
"¡Aquí llego a convertirme en una de las hijas de Dios!", fue lo que manifestó en el momento de ser bautizada, pues se dice que no sabía como expresar su gozo. Ella misma cuenta en su biografía que mientras estuvo en el Instituto conoció cada día más a Dios, "que me ha traído hasta aquí de esta extraña forma".
La Señora de Michieli volvió de Sudán a llevarse a Bakhita y a su hija, pero con un gran coraje, Bakhita se negó a ir y prefirió quedarse con las Hermanas de Canossa. La esclavitud era ilegal en Italia, por lo que la señora de Michieli no pudo forzar a Bakhita, y es así que permaneció en el Instituto y su vocación la llevó a convertirse en una de las Hermanas de la Orden el 7 de diciembre de 1893, a los 38 años de edad.
Bakhita, la religiosa
Fue trasladada a Venecia en 1902, para trabajar limpiando, cocinando y cuidando a los más pobres. Nunca realizó milagros ni fenómenos sobrenaturales, pero obtuvo la reputación de ser santa. Siempre fue modesta y humilde, mantuvo una fe firme en su interior y cumplió siempre sus obligaciones diarias.
Algo que le costó demasiado trabajo fue escribir su autobiografía en 1910, la cual fue publicada en 1930. En 1929 se le ordena ir a Venecia a contar la historia de su vida. Luego de la publicación de sus memorias, se convirtió en un gran personaje, viajando por todo Italia dando conferencias y recolectando dinero para la orden.
La salud de Bakhita se fue debilitando hacia sus últimos años y tuvo que postrarse a una silla de ruedas, la cual no le impidió seguir viajando, aunque todo ese tiempo fue de dolor y enfermedad. Se dice que le decía la enfermera: "¡Por favor, desatadme las cadenas… es demasiado!". Falleció el 8 de febrero de 1947 en Schio, siendo sus últimas palabras: "Madonna! Madonna!"
Miles de personas fueron a darle el último adiós, expresando así el respeto y admiración que sentían hacia ella. Fue velada por tres días, durante los cuales, cuenta la gente, sus articulaciones aún permanecían calientes y las madres cogían su mano para colocarla sobre la cabeza de sus hijos para que les otorgase la salvación. Su reputación como una santa se ha consolidado. Josefina ha sido recordada y respetada como Nostra Madre Moretta, en Schio.
De esclava a santa
Fue santificada por el pueblo, por lo que en 1959 la diócesis local comenzó las investigaciones para encontrarla venerable. Todo salió muy bien y fue así que el 1 de diciembre de 1978 fue declarada Venerable. Por tanto, el proceso para declararla santa empezó con gran auge y el 17 de mayo de 1992 fue beatificada por Juan Pablo II y se declaró día oficial de culto el 8 de febrero.
En la ceremonia de beatificación, el Santo Padre reconoció el gran hecho de que transmitiera el mensaje de reconciliación y misericordia.
Ella misma declaró un día: "Si volviese a encontrar a aquellos negreros que me raptaron y torturaron, me arrodillaría para besar sus manos porque, si no hubiese sucedido esto, ahora no sería cristiana y religiosa".
S.S. Juan Pablo II la canonizó el 1 de octubre del 2000. Lo cual, para los católicos africanos es un gran símbolo que era necesario, para que así los cristianos y las mujeres africanas sean honradas por lo que sufrieron en momentos de esclavitud.

Verdaderamente, Bakhita es la santa africana y la historia de su vida es la historia de un continente, válida para los católicos, protestantes, musulmanes o seguidores de cualquier otro tipo de religión tradicional. Su espiritualidad y fuerza la han convertido en Nuestra Hermana Universal, como la llamó el Papa.

Tomado de: http://www.aciprensa.com/testigosdefe/bakhita.htm

50 Años de Vaticano II


10 PUNTOS SOBRE EL MENSAJE DE BENEDICTO XVI DOMUND 2012


Mensaje de Benedicto XVI para la Jornada Misionera Mundial

"Llamados a hacer resplandecer la Palabra de verdad"
(Carta apostólica Porta Fidei, n.6)

1. Fervor apostólico
Necesitamos recuperar el mismo fervor apostólico de las primeras comunidades cristianas, que, pequeñas e indefensas, fueron capaces, a través de su anuncio y testimonio, de difundir el Evangelio en todo el mundo entonces conocido.

2. Compromiso de todo el Pueblo de Dios
No sorprende, por tanto, que el Concilio Vaticano II y el posterior Magisterio de la Iglesia insistan de modo especial en el mandato misionero que Cristo confió a sus discípulos y que debe ser un compromiso de todo el Pueblo de Dios, obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, laicos.

3. Mandato de predicar el Evangelio
El mandato de predicar el Evangelio debe implicar toda la actividad de la Iglesia particular, todos sus sectores, en breve, todo su ser y su actuar.

4. Misión ad gentes
Incluso hoy, la misión ad gentes debe ser el horizonte constante y el paradigma de toda actividad eclesial, porque la misma identidad de la Iglesia está constituida por la fe en el Misterio de Dios.

5. Leer la historia
El afán de anunciar a Cristo nos impulsa también a leer la historia para discernir en ella los problemas, aspiraciones y esperanzas de la humanidad, que Cristo debe sanar, purificar y llenar de su presencia. Su Mensaje, en efecto, es siempre actual, entra en el corazón mismo de la historia y es capaz de dar respuesta a las inquietudes más profundas de cada hombre.

6. Crisis de fe
Uno de los obstáculos al impulso de la evangelización, de hecho, es la crisis de fe, no sólo del mundo occidental, sino de gran parte de la humanidad, que sin embargo tiene hambre y sed de Dios y debe ser invitada y conducida al pan de vida y al agua viva, como la samaritana que va al pozo de Jacob y conversa con Cristo.

7. Comunicar la fe
Es necesario renovar el entusiasmo de comunicar la fe para promover una nueva evangelización de las comunidades y de los países de antigua tradición cristiana, que están perdiendo la referencia a Dios, de forma que se pueda redescubrir la alegría de creer.

8. Punto central del anuncio
El punto central del anuncio sigue siendo el mismo: el Kerigma del Cristo muerto y resucitado para la salvación del mundo, el Kerigma del amor de Dios absoluto y total para cada hombre y para cada mujer, culminado en el envío del Hijo eterno y unigénito, el Señor Jesús.

9. Fe en Dios
La fe en Dios es ante todo un don y un misterio que hay que acoger en el corazón y en la vida y del que hay que dar gracias siempre al Señor. Pero la fe es un don que nos ha sido dado para que sea compartido.

10. Todo hombre
Es una expresión de profunda comunión, compartir caridad entre las Iglesias, para que todo hombre pueda escuchar o volver a escuchar el anuncio que resana y acercarse a los Sacramentos, fuente de la verdadera vida.

Blog 184. Presentación del Señor, Hypapanté: La fiesta del Encuentro


Meditación

1. “Oblación y encuentro” era el título de nuestra homilía anterior (n. 183) en la fiesta de la Presentación del Señor.
En efecto, los dos polos que concentran el sentido de la celebración de hoy – la Presentación del Señor – son, en cuanto se puede dividir una única realidad espiritual,  
- el uno teológico-trinitario: Cristo, primogénito consagrado al Padre, en manos de María. Por este motivo la fiesta se llama escuetamente “Presentación del Señor”.
- El otro eclesial: Cristo sale al encuentro de su Pueblo, que lo espera como Pueblo de la Alianza y lo recibe en la persona del anciano Simeón y de la anciana y piadosa Ana. Desde aquí la fiesta se llama en oriente Hypapanté: el Encuentro.
La liturgia siempre celebra el misterio en síntesis y unidad. Aquí no podemos separar a Cristo de María: son unidad en al celebración; ni tampoco podemos escindir a Cristo de la Iglesia.
Los protagonistas visibles de la Fiesta en la liturgia, de acuerdo, por otro lado, a la misma perspectiva evangélica con el Niño y su Madre María, y los ancianos Simeón y Ana. Simeón y Ana son la Iglesia que recibe al Señor que entra en su Templo Santo, si bien la escena – como notábamos – se desarrolla fuera del Templo. Es otra área espiritual la que ha inaugurado Jesús con su venida.
José queda en la penumbra.
Los iconos de Oriente que en este día ven una de las Doce grandes Fiestas del año nos presentan, en sus luces de oro, estas figuras que transmiten el mensaje del misterio revelado: presentación y encuentro.

2. La liturgia oriental gusta de un lenguaje místico y numerosas composiciones se deleitan en él. Romano (o Román) el Poeta, el Meloda (Melódico) (+555), introduce de modo lírico-místico la fiesta: “Desde lo alto de los cielos lo vieron los incorpóreos y dijeron: Hoy asistimos a un espectáculo maravilloso y extraordinario. Aquél que creó a Adán es tenido en brazos como Niño, Aquél que es inconmensurable es estrechado entre los brazos de aquel anciano. Aquél que es transportado sobre los hombros de los querubines ha hecho morada entre los hombres. Aquél que plasma a los niños en el seno de las madres se hace niño en una Virgen, y permanece unido al Padre y al Espíritu Santo, eterno junto a ellos" (Este y otros textos semejantes pueden verse en el artículo que el monje Manuel Nin - benedictino; rector del Pontificio Colegio Griego de Roma escribía en L’Osservatore Romano en la Presentación del Señor de 2011).
La antigua liturgia oriental se complace en gustar los contenidos dogmáticos alcanzados por los primeros concilios que apuntalaron el dogma trinitario salvando, ante todo la divinidad de Cristo. El mismo Poeta se expresa así en la liturgia, haciendo hablar a la Virgen María: "¿Qué apelativo encontraré para Ti, Hijo mío? ¿Te diré hombre perfecto? Pero yo sé que fue divina tu concepción. Y si te llamo Dios, me sorprendo viéndote en todo semejante a mí. ¿Debo ofrecerte mi leche o mi alabanza? Tus hechos te proclaman Dios sin tiempo, aunque te hayas hecho hombre, oh amigo de los hombres".

3. Esta alta espiritualidad no podemos forzarla para apropiárnosla como algo que nos brote a nosotros del corazón.
En cambio, vemos con mucho agrado la finura con la que la liturgia occidental en el oficio divino de hoy ha recogido el Misterio del encuentro. Lo podemos considerar en el Oficio de lectura, oficio pensado para la contemplación. Se abre el oficio con este Invitatorio: Mirad, el Señor llega a su templo santo, venid, adorémosle, que alude al texto de Malaquías (3,1-4), que va a resonar en la Misa.
Son muy bellas tres antífonas de la salmodia, preciosamente enlazadas con su salmo correspondiente, combinando el aspecto cristológico y eclesial de la fiesta.
Ant. 1. Éste está predestinado para ruina o resurgimiento de muchos en Israel. Con el salmo 2, interpretado mesiánicamente desde los albores de nuestra fe.
Ant. 2. ¡Levántate y resplandece, Jerusalén, pues llega tu luz y la gloria del Señor alborea sobre ti! Con el salmo 18, primera parte: El cielo proclama la gloria de Dios, salmo que la Iglesia lo reza con sentido cristológico.
Ant. 3. Goza y alégrate, nueva Sión, mira a tu Rey que viene a ti, humilde y salvador de su pueblo. Y aquí rezamos el salmo 44, salmo nupcial que evoca las nupcias de Cristo esposo con su Iglesia: Me brota del corazón un poema bello.
Tras la primera lectura, que es el pasaje del Éxodo sobre la consagración de los primogénitos (Ex 13, con selección de versículos) tenemos un delicado responsorio que nos introduce en el misterio del encuentro. Es el encuentro esponsal de Cristo con su Iglesia, y María es la portadora de la Luz.
R. Adorna tu tálamo, Sión, y recibe a Cristo, tu rey: * a quien la Virgen concibió y dio a luz, permaneciendo virgen después del parto; ella adoró a quien había engendrado.
V. Simeón tomó al Niño en sus brazos y, dando gracias, bendijo al Señor.
R. A quien la Virgen concibió y dio a luz, permaneciendo virgen después del parto; ella adoró a quien había engendrado.


Predicación catequética de san Sofronio, obispo de Jerusalén
(Disertación 3, Sobre el Hipapanté, 6. 7)

Meditación oportunísima para este día este texto catequético de san Sofronio (que, traducido al castellano sería San Prudencio, San Prudente), que fue patriarca de Jerusalén en los años 634 al 638.
La fiesta ya venían celebrándose en Jerusalén hacía, al menos tres siglos. El patriarca pastor nos introduce, con palabras exhortativas, en los contenidos espirituales de este Encuentro (Hypapanté) de Cristo con su Iglesia.
* * *
Corramos todos al encuentro del Señor los que con fe celebramos y veneramos su misterio, vayamos todos con alma bien dispuesta. Nadie deje de participar en este encuentro, nadie deje de llevar su luz.
Llevamos en nuestras manos cirios encendidos, ya para significar el resplandor divino de aquel que viene a nosotros -el cual hace que todo resplandezca y, expulsando las negras tinieblas, lo ilumina todo con la abundancia de la luz eterna-, ya, sobre todo, para manifestar el resplandor con que nuestras almas han de salir al encuentro de Cristo.
En efecto, del mismo modo que la Virgen Madre de Dios tomó en sus brazos la luz verdadera y la comunicó a los que yacían en tinieblas, así también nosotros, iluminados por él y llevando en nuestras manos una luz visible para todos, apresurémonos a salir al encuentro de aquel que es la luz verdadera.
Sí, ciertamente, porque la luz ha venido al mundo, para librarlo de las tinieblas en que estaba envuelto y llenarlo de resplandor, y nos ha visitado el sol que nace de lo alto, llenando de su luz a los que vivían en tinieblas: esto es lo que nosotros queremos significar. Por esto avanzamos en procesión con cirios en las manos, por esto acudimos llevando luces, queriendo representar la luz que ha brillado para nosotros, así como el futuro resplandor que, procedente de ella, ha de inundarnos. Por tanto, corramos todos a una, salgamos al encuentro de Dios.
Ha llegado ya aquella luz verdadera que viniendo a este mundo ilumina a todo hombre. Dejemos, hermanos, que esta luz nos penetre y nos transforme.
Ninguno de nosotros ponga obstáculos a esta luz y se resigne a permanecer en la noche; al contrario, avancemos todos llenos de resplandor; todos juntos, iluminados, salgamos a su encuentro y, con el anciano Simeón, acojamos aquella luz clara y eterna; imitemos la alegría de Simeón y, como él, cantemos un himno de acción de gracias al Engendrador y Padre de la luz, que ha arrojado de nosotros las tinieblas y nos ha hecho partícipes de la luz verdadera.
También nosotros, representados por Simeón, hemos visto la salvación de Dios, que él ha presentado ante todos los pueblos y que ha manifestado para gloria de nosotros, los que formamos el nuevo Israel; y, así como Simeón, al ver a Cristo, quedó libre de las ataduras de la vida presente, así también nosotros hemos sido liberados del antiguo y tenebroso pecado.
También nosotros, acogiendo en los brazos de nuestra fe a Cristo, que viene desde Belén hasta nosotros, nos hemos convertido de gentiles en pueblo de Dios (Cristo es, en efecto, la salvación de Dios Padre) y hemos visto, con nuestros ojos, al Dios hecho hombre; y de este modo, habiendo visto la presencia de Dios y habiéndola aceptado, por decirlo así, en los brazos de nuestra mente, somos llamados el nuevo Israel. Esto es lo que vamos celebrando año tras año, porque no queremos olvidarlo.

Puebla, Presentación del Señor 2012

Entrevista con Mons. Evangelista Alcimar Caldas Magalhães

Mons. Evangelista Alcimar Caldas Magalhães pertenece a la orden de los Frailes Franciscanos Menores Capuchinos. Se ordenó como sacerdote en 1967 y fue nombrado obispo en 1981, Mons. Alcimar es responsable desde hace dos décadas de la diócesis de Alto Solimões, en el estado de Amazonas. Nacido en la localidad de Benjamin Constant, no lejos de Tabatinga, sus padres y él mismo fueron seringueiros, recolectores de látex del árbol del caucho.

Mons. Alcimar, gran conocedor de la Amazonia y sus problemas, conversó con Paolo Moiola, colaborador de Noticias Aliadas, sobre su trabajo en Tabatinga, en frontera que comparten Brasil, Colombia y Perú.

¿Qué significa trabajar en Tabatinga?
Es un territorio que es un encuentro de etnias, culturas, idiomas. Es un lugar que muestra la variedad de la raza humana, con todos sus méritos y sus defectos. Y es el encuentro de al menos 30 etnias indígenas y de tres Estados (Perú, Colombia y Brasil). Cada seis meses los soldados de los tres países se relevan en esta frontera. Es un territorio donde se puede ver concretizado el esfuerzo de la convivencia, de la tolerancia recíproca, de la búsqueda de la paz y del respeto mutuo. Estando distante de Manaus, de Bogotá y de Lima, todo sumado yo diría que Tabatinga es un experimento exitoso.

Tabatinga, como encrucijada de culturas, es ejemplo de convivencia, pero la ciudad también tiene muchos problemas. ¿Podría resumirlos?
Los problemas son de salud, transporte, seguridad. La seguridad no puede militarizarse, esto es, basarse únicamente en las armas. Debe apoyarse en el intercambio de bienes, cultura y valores. Por ejemplo, aprender el idioma del vecino: en Colombia y Perú el portugués, nosotros los brasileños el castellano.

Por último, está el problema de la basura: todo el mundo trata de descargar sobre otro sus propios residuos. Los descargan en el río. Los que están más arriba descargan sobre los que están más abajo.

No lejos de aquí está el mercado de pescado. Sin embargo, descubrimos que no es el alimento principal.
Efectivamente, para alimentar a la población del área importamos pollo desde 4,000 o 5,000 km de distancia. Esta región podría producir todo el pescado que necesita para sobrevivir, si no hubiese disminuido drásticamente debido a la pesca intensiva. Además, toda la leche que se consume aquí viene de fuera.

Las causas de la situación pueden encontrarse en la falta de voluntad política y la prepotencia del mercado que no piensa en los necesitados, sino cuáles negocios pueden rendir más.

Usted nació aquí, ¿cómo ha cambiado la región amazónica en los últimos años?
Quien haya conocido la Amazonia hace 30 años comprende que hemos llegado al límite. El problema también puede verse en otro sentido. La ley es extremadamente dura con nosotros, que no podemos ni siquiera talar un árbol. He visto autoridades que querían meter a la cárcel a un indígena que no tenía el certificado del árbol con el que construyó su canoa. Se considera que la mayor parte de este océano verde es propiedad federal. ¿A quién debería haberlo pedido ese indígena?
Ahora algunas tribus están empezando a decir: si nosotros no podemos construir nuestra casa, dennos el cemento y los ladrillos para construirla de acuerdo a sus criterios.

Esto demuestra la fragilidad y las contradicciones de nuestras leyes.

Todos queremos la preservación, pero todo debe hacerse con un poco de inteligencia y sentido común. Mire, aquí nada está hecho con madera, ni siquiera las vigas del tejado. Todo es de hierro que proviene de [el estado suroriental de] Minas Gerais. Eso no está bien...

Debería haber reglas más precisas y de sentido común. Por ejemplo, si cortas plantas, también debes estar obligado a resembrar.

En el mercado de Tabatinga vimos muchos indígenas dedicados al comercio ambulatorio. ¿Cuál es su situación?
Los indígenas están en grandes dificultades. Se estimula en ellos el afán de progreso y consumo. Leer, escribir, ropa, sandalias, ordenador, internet. Todas las cosas que ellos no producen. Para poseer estos objetos deben realizar una actividad que no tienen. Por lo que los indígenas están dejando sus tierras, que han adquirido gracias a los esfuerzos de la Iglesia y las organizaciones no gubernamentales internacionales.

Los tikuna, por ejemplo, se han convertido en una tribu citadina. En el barrio Umariaçu, en las afueras de Tabatinga, hay unos 6,000. En Manaus son más de 50,000. Para ellos es importante preservar su lengua y su cultura, pero al mismo tiempo debemos darles todas las posibilidades para trabajar y vivir, no como ciudadanos de segunda o de tercera clase, sino a la par con los demás.

Quizás también por esta falta absoluta de alternativas, la única actividad económica floreciente es la conectada con el comercio de las drogas.
El narcotráfico es un problema grave que ahora involucra a todo el mundo. Lo preocupante es la búsqueda de nuevas modalidades. Se acercan a los niños y familias pobres. Ayudan a la gente de manera aparentemente desinteresada, pero un día pueden pedir un favor: “Necesito que hagas un viaje a Manaus. Todo pagado, no te preocupes”.

De este modo los narcotraficantes están criando una nueva generación; esto es preocupante. Lo hacen de un modo sutil, explotando el sentimiento de gratitud. Aquí se vota por un candidato por gratitud, por un favor recibido (una medicina cuando alguien la necesitaba), no ciertamente por ideología. Esta es la forma en que el narcotráfico entra en las familias y los jóvenes. Para tener una confirmación, basta con visitar la cárcel, que está llena de gente muy buena, que siempre ha hecho el bien.

Si están en prisión, estas personas algún delito habrán cometido.
Hicieron el transporte [de las drogas]. Es el gran desafío del narcotráfico: cómo hacer llegar la droga —sobre todo la cocaína— de los lugares donde se produce hasta el consumidor. Esto es, desde Perú y Colombia hasta las ciudades de Brasil.

En el hospital me contaron recientemente el caso de dos brasileños admitidos porque habían ingerido demasiados óvulos de heroína y se habían sentido mal. Lo habían hecho de cualquier modo, metiendo la droga en preservativos que habían cerrado y tragado. Fueron apresados en [la ciudad colombiana de] Leticia.
La tentación siempre está presente. Hablaba con una persona que ha estado varios años en prisión. “Sucumbí a la tentación de lo fácil”, me explicó.

Las Iglesias Pentecostales existen en gran número en la ciudad. Como Iglesia Católica ¿qué relaciones tienen con ellas?
Son relaciones difíciles porque las diferencias son considerables. Su evangelización se basa en la curación (“ven a nosotros que te quitamos los dolores de cabeza”) y las promesas (“ven que te llenamos los bolsillos de dinero”). Esos son sus discursos. Nosotros no podemos invitar a nuestras iglesias a pastores evangélicos que hablan de ese modo. Nuestro discurso es exactamente lo contrario, es decir, mira la cruz que nuestro Señor ha cargado diciendo: el que quiere venir conmigo, que tome su cruz y me siga. Por lo tanto, nosotros no prometemos nada de lo que prometen los evangélicos: ni milagros, ni ausencia de dolores y problemas.

En Brasil las Iglesias Pentecostales tienen mucho peso político. ¿Cómo funciona?
Por lo general, las Iglesias Pentecostales tienen vínculos con políticos de peso: senadores y diputados federales. Un día uno de ellos me dijo: “¿Usted conoce su diócesis?” “Casi”, respondí; “no es que la conozca bien”. “Yo la conozco mejor que usted. Tengo 400 comunidades mantenidas por mí”. ¿Cómo funciona? Los pastores son en el fondo agentes electorales del político, el cual se las arregla para desviar fondos federales a las comunidades que lo respaldan. Es una cadena: para mantenerse en el poder, deben mantener a alcaldes y concejales y así sucesivamente. Es una red.

¿Por qué —observa alguien— no hacen lo mismo también ustedes? La respuesta es obvia: la Iglesia Católica debe comportarse de otra manera. Si una persona me pregunta: “Señor obispo, ¿voto por este partido o por el otro?” Yo respondo recordando ante todo que cada persona es libre de elegir.

LOGO DEL CAPÍTULO GENERAL: EL GANADOR


ROMA - propuesta de fr. Néstor Wer de la Viceprovincia de México-Texas, ha sido la ganadora del concurso para el logo del próximo Capítulo General que se celebrará de 19 de agosto al 23 de septiembre de 2012. Fueron 36 propuestas las que llegaron, cada una con una idea original para representar en poco espacio el evento del Capítulo General, momento tan importante para la vida de la Orden, donde la gracia del encuentro entre los hermanos abre nuevos caminos para vivir el carisma de San Francisco de Asís. El Ministro General y el Definitorio, han evaluado las propuestas y, si bien es cierto que la elección no ha sido fácil, finalmente han elegido. Expresamos nuestra más cordial felicitación a fr. Néstor. Así mismo agradecemos a todos los demás participantes por las propuestas enviadas.

POBREZA EVANGÉLICA

No tener nada.No llevar nada.
No poder nada.
No pedir nada.
Y, de pasada,
no matar nada;
no callar nada.

Solamente el Evangelio,
como una espada afilada.
Y la mano extendida y apretada.
Y la vida, a caballo, dada.

Y este sol y estos ríos y esta tierra comprada,
para los testigos de la revolución ya estallada.

¡Y nada más!

Pedro Casaldáliga

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