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    Los Capuchinos somos la rama más joven de los franciscanos, remontándonos a 1525…

Gloria, alabanza y honor

Gloria, alabanza y honor,

al que viene en el nombre del Señor.

El Papa Francisco, llamado a restaurar la Iglesia



En las redes sociales había anunciado que el futuro Papa se llamaría Francisco. Y no me equivoqué. ¿Por qué Francisco? Porque San Francisco comenzó su conversión al oír el Crucifijo de la capilla de San Damián decirle: “Francisco, ve y restaura mi casa, mira que está en ruinas” (San Buenaventura, Leyenda Mayor II, 1).
Francisco tomó al pie de la letra estas palabras y reconstruyó la iglesita de la Porciúncula, en Asís que aún existe en el interior de una inmensa catedral. Después  se dio cuenta de que era algo espiritual restaurar la «Iglesia que Cristo rescató con su sangre» (ibid.). Fue entonces cuando comenzó su movimiento de renovación de la Iglesia, presidida por el Papa más poderoso de la historia, Inocencio III. Comenzó a vivir con los  leprosos y del brazo de uno de ello iba por los caminos predicando el evangelio en lengua popular y no en latín.
Es bueno saber que Francisco nunca fue sacerdote sino laico solamente. Sólo al final de la vida, cuando los Papas prohibieron a los laicos a predicar, aceptó ser diácono a  condición de no recibir ningún tipo de remuneración por el cargo.
¿Por qué el cardenal Jorge Mario Bergoglio eligió el nombre de Francisco? Creo que fue porque se dio cuenta de que la Iglesia está en ruinas por la desmoralización de los diversos escándalos que afectaron lo más precioso que ella tenía: la moral y la credibilidad.
Francisco no es un nombre, es un proyecto de la Iglesia, pobre, sencilla, evangélica y desprovista de todo poder. Es una Iglesia que anda por los caminos junto con los últimos, que crea las primeras comunidades de hermanos que rezan el breviario bajo los árboles con los pajaritos. Es una Iglesia ecológica que llama a todos los seres con las dulces palabras de «hermanos y hermanas». Francisco fue obediente a la Iglesia y a los papas y al mismo tiempo siguió su propio camino con el evangelio de la pobreza en la mano. Entonces escribió el teólogo Joseph Ratzinger: «El no de Francisco a ese tipo  de Iglesia no podía ser más radical, es lo que podríamos llamar una protesta profética» (en Zeit Jesu, Herder 1970, 269). Francisco no habla, simplemente inaugura lo nuevo.
Creo que el Papa Francisco tiene en mente una iglesia fuera de los palacios y de los símbolos del poder. Lo mostró al aparecer en público. Normalmente los Papas y Ratzinger principalmente ponían sobre los hombros la muceta, esa capita corta bordada en oro que sólo los emperadores podían usar. El Papa Francisco llegó sólo vestido de blanco. En su discurso inaugural se destacan tres puntos, de gran significado simbólico.
El primero: dijo que quiere «presidir en la caridad», algo que desde la Reforma y en los mejores teólogos del ecumenismo se pedía. El Papa no debe presidir como un monarca absoluto, revestido de poder sagrado como prevé la ley canónica. Según Jesús, debe presidir en el amor y fortalecer la fe de los hermanos y hermanas.
El segundo: dio centralidad al Pueblo de Dios, como destaca el Concilio Vaticano II, pero dejada de lado por los dos papas anteriores a favor de la jerarquía. El Papa Francisco pide humildemente al pueblo de Dios que rece por él y lo bendiga. Sólo después él bendecirá al pueblo de Dios. Esto significa que él está allí para servir y no para ser servido. Pide que le ayuden a construir un camino juntos  y clama por fraternidad pata toda la humanidad, donde los seres humanos no se reconocen como hermanos y hermanas sino atados a las fuerzas de la economía.
Por último, evita todo espectáculo de la figura del Papa. No extendió ambos brazos para saludar a la gente. Se quedó inmóvil, serio y sobrio, yo diría, casi asustado. Solamente se veía una figura blanca que saludaba con cariño a la gente. Pero irradiaba paz y confianza. Usó el humor hablando sin una retórica oficialista, como un pastor habla a sus fieles.
Vale la pena mencionar que es un Papa que viene de Gran Sur, donde están los más pobres de la humanidad y donde vive el 60% de los católicos. Con su experiencia como pastor, con una nueva visión de las cosas, desde abajo, podrá reformar la Curia, descentralizar la administración y dar un rostro nuevo y creíble a la Iglesia.
Leonardo Boff

¡Habemus Papam!



A las 19,07 la verdadera marea humana que llenó, no solamente la plaza de San Pedro sino también vía de la Conciliazione, rompió en aplausos.
Tras unos segundos en los que no se entendía bien si la fumata eran blanca o negra, las campanas de la basílica lanzadas al viento dieron la señal inequívoca: la Iglesia Católica Apostólica Romana tiene a su 266 sucesor en el solio pontificio.

Gran emoción, lagrimas, gritos. Para no hablar de los millones y millones de personas que por televisión siguieron el evento en todos los rincones del mundo.
Un piquete de la Guardia Suiza y otro de la Gendarmería del Vaticano, junto con un cuerpo de la Marina de Italia, formaron en la explanada delante de la fachada, mientras la banda entonaba el himno pontificio.

Hacia las 20,00 la plaza se volvió silenciosa esperando el gran anuncio del nombre del nuevo pontífice que sin embargo tardó más de una hora desde la fumata blanca.
El cardenal francés Jean-Louis Tauran, cardenal protodiácono, antecedió al nuevo papa, salió al balcón de la logia en la fachada de la basílica de San Pedro y ante el pueblo reunido en la Plaza de San Pedro dijo en latín:
"Annuntio vobis gaudium magnum. ¡Habemus Papam! Eminentissimum ac reverendissimum dominum, y en latín indicó el nombre de Jorge Mario Bergoglio.

La multitud que llenó la plaza de San Pedro y via della Conciliazione, rompió en vivas y aplausos, mientras se agitaban banderas y las campanas repicaban.
Los minutos desde la elección hasta la salida del pontífice al balcón de la logia, se deben porque hay una serie de pasos que debe cumplir el nuevo pontífice, desde aceptar el encargo y a elegir el nombre que llevará.

El maestro de ceremonias Guido Marini, actuando como notario y teniendo como testigos a los dos ceremonieros --que han sido llamados en ese momento--, han levantado el acta de la aceptación del nuevo pontífice y escrito el nombre que ha tomado.

El papa después de pasar por el llamado "cuarto de las lágrimas", se vistió por primera vez con el habito papal, confeccionadas por la sastrería eclesiástica Gammarelli.
Volvió después a la Capilla Sixtina, en donde tras lectura del Evangelio con el pasaje: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia", los cardenales le prestaron obediencia y cantaron el Te Deum.

Sus primeras palabras


“Queridos hermanos y hermanas, buona sera, como ustedes saben los cardenales en el cónclave tienen que encontrar a un obispo de Roma, y parece que los hermanos cardenales fueron a buscarlo casi al final del mundo, pero estamos aquí. Les agradezco la acogida a la comunidad diocesana de Roma como su obispo”.

Y desde su encargo el nuevo pontífice quiso dar un homenaje al papa emérito: “Antes de todo querría hacer una oración por nuestro obispo emérito Benedicto XVI, recemos todos juntos para que el Señor lo bendiga y la Virgen lo proteja”.

Aquí rezó el Padre Nuestro el Ave María y el  Gloria.

"Y ahora, comenzamos este camino: Obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad a todas las Iglesias. Un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros: el uno por el otro. Recemos por todo el mundo, para que haya una gran fraternidad".

Un camino que no hará solo y para el cual pidió la ayuda de sus hermanos cardenales: “Les deseo que este camino de Iglesia que hoy iniciamos y en el que me ayudará el cardenal vicario aquí presente, sea fructífero para la evangelización de esta hermosa ciudad”. (aplausos).

“Y ahora querría dar la bendición --dijo el santo padre- si bien antes les pido un favor: antes que el obispo bendiga al pueblo, les pido a ustedes recen al Señor para que me bendiga. Porque es la oración del pueblo pidiendo la bendición para su obispo. Hagamos en silencio esta oración vuestra por mí”.

"Ahora daré la Bendición a vosotros y a todo el mundo, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad".

Y concluyó: "Hermanos y hermanas, les dejo. Muchas gracias por vuestra acogida. Rezad por mí y hasta pronto. Nos veremos pronto. Mañana quisiera ir a rezar a la Virgen, para que proteja a toda Roma. Buenas noches y que descansen".

NO LE FALTARÁ LA ORACIÓN DE LOS CAPUCHINOS



“No le faltará la oración de los Hermanos Capuchinos” – Aseguró fr. Mauro Jöhri en su mensaje enviado al Santo Padre el 11 de febrero pasado, el mismo día de la renuncia de Benedicto XVI al ejercicio del ministerio petrino. El Ministro general, interpretando los sentimientos de todos los capuchinos, expresaba nuestra gratitud “por esta nueva enseñanza de vida de fe y humildad” que van en consonancia las palabras que el Pontífice pronunció con clara voz cuando asumió su pontificado definiéndose: “un humilde trabajador de la viña del Señor”.

En el último día de su pontificado, los capuchinos, sintiéndonos una gran familia esparcida por todo el mundo, unida estrechamente a la Sede apostólica de Roma, queremos agradecer al Papa Benedicto XVI por su “claro testimonio de amistad con Jesús vivido con fe profunda y humildad”.

Llevaremos en la memoria del corazón sus palabras dirigidas a nuestro Ministro, pronunciadas en la audiencia personal concedida a fr. Mauro el 5 de enero de2007: “¡Vivan el carisma de San Francisco con alegría! Empéñense en vivir la pobreza tanto de manera espiritual como material y verán que seguirán teniendo vocaciones. No serán tan numerosas como en los tiempos pasados, porque las familias mismas están formadas por núcleos pequeños, pero tendrán ciertamente vocaciones”. Recordaremos los varios encuentros del Santo Padre con nosotros en sus visitas a nuestros lugares: Manopello, Asís, Loreto, Meryem Ana de Éfeso (Turquía) y San Giovanni Rotondo. Le agradecemos por los Beatos capuchinos proclamados durante su pontificado y por la confianza hacia nuestra Orden manifestada por el nombramiento de tantos de nuestros hermanos como obispos en distintos lugares del mundo, siempre en lugares que se adecúan a nuestro estilo de vida: pequeños, alejados, con dificultades; así como otros nombramientos a nuestros hermanos como por ejemplo para el Sínodo de los Obispos.

Hacemos nuestra la invitación del Papa con gratitud y compromiso y cada día vivamos nuestro carisma con alegría elevando nuestra oración tanto por Benedicto XVI como por los cardenales que se preparan para elegir a su sucesor. Nos acompañen las palabras que pronunció en su última audiencia general el miércoles pasado: “La palabra de la verdad del Evangelio es la fuerza y la vida de la Iglesia… En tu palabra echaré las redes seguro que Tú me guiarás aún con todas mis debilidades … Pero he sabido siempre que en aquella barca está el Señor, he sabido siempre que la barca de la Iglesia no es mía, no es nuestra, es Suya…”.

ofmcap.org

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